Consideraciones teóricas sobre los riesgos en la agricultura

Consideraciones teóricas sobre los riesgos en la agricultura

Las grandes empresas agrícolas, así como los pequeños agricultores, suelen afrontar muchos riesgos que casi siempre van más allá de su control. Por ello, no solo es importante conocer cada tipo de riesgo posible, sino también las opciones disponibles para mitigarlos.

Por: Rolando Rivera el 05 Noviembre 2024

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Los riesgos inherentes a las actividades agrícolas son numerosos y variados y afectan el desempeño operativo y financiero de los distintos actores a lo largo de la cadena de valor agrícola. Además, están asociados a una serie de variables, muchas de alta volatilidad, que afectan los ingresos, los costos y, por ende, las ganancias de los agronegocios.

Los dos componentes del riesgo son la incertidumbre y la exposición. Los elementos de incertidumbre en los negocios agrícolas se presentan mediante variables intrínsecas a la actividad, como el clima, los precios de los insumos agrícolas, las prácticas agronómicas, la demanda, las tendencias de la oferta global o la liberación de existencias de reserva. También se reflejan en variables extrínsecas como el comportamiento de los especuladores, los niveles de soporte y resistencia de los precios o las aberraciones del mercado.

Tipos de riesgos

Muchos autores clasifican los riesgos agrícolas en sistémicos (covariables) e idiosincrásicos. Los riesgos sistémicos (sequías, heladas e inundaciones) afectan a grandes extensiones geográficas y a muchas empresas en simultáneo, mientras que los riesgos idiosincrásicos (granizo y plagas animales localizadas) afectan solo a los agricultores o las empresas individuales. 

Los riesgos también pueden clasificarse según su gravedad y probabilidad de ocurrencia. Los eventos muy graves que causan daños significativos en los cultivos y la infraestructura suelen tener baja probabilidad de ocurrencia, pero a menudo causan interrupciones graves, temporales o permanentes, en partes de la cadena de suministro. La helada registrada en el estado mexicano de Sinaloa, en el 2011, fue clasificada como una catástrofe que ocurre una vez cada cincuenta años, ya que redujo de forma significativa los rendimientos de numerosos cultivos y causó su destrucción casi total en muchas regiones del Estado.

Los eventos no tan severos suelen ocurrir con mayor probabilidad, pero bajo impacto. A menudo, solo causan desviaciones en parámetros como el costo, la demanda o la logística, pero no tienen un impacto económico significativo.

Riesgos climáticos y biológicos

Las variables climáticas, que conllevan un mayor nivel de incertidumbre, pueden ser devastadoras para los agricultores y las agroindustrias. Las sequías que afectaron a Argentina en el 2009, a Rusia en el 2010, a México en el 2011 y a los Estados Unidos en el 2012 son ejemplos de fenómenos meteorológicos extremos que afectaron de forma sistémica el rendimiento agrícola de estos países. Aunque no todas las regiones están expuestas a los mismos riesgos meteorológicos, el clima presenta los dos componentes del riesgo porque las condiciones climáticas no son predecibles para todo el ciclo de cultivo y todos los cultivos están expuestos a, por lo menos, algunos peligros asociados con las inclemencias climáticas.

Los desastres naturales suelen conllevar importantes reducciones de rendimiento a corto plazo, posteriores aumentos de precios de mercado y destrucción de activos que interrumpen el flujo de bienes, servicios e información. Con frecuencia, también afectan la productividad y las relaciones de mercado a largo plazo. 

Los cultivos también se exponen a una amplia gama de riesgos biológicos, como enfermedades que afectan el rendimiento o la calidad, con el correspondiente impacto económico en las operaciones agrícolas y la repercusión en otros negocios a lo largo de la cadena de suministro. Como la resistencia a las enfermedades y plagas evoluciona, sus consecuencias pueden ser devastadoras y causar importantes interrupciones en la producción de productos básicos en una geografía específica. 

Fluctuación de precios y accesibilidad

Los riesgos de mercado están relacionados con las fluctuaciones de precios y la accesibilidad a los mercados tanto de los productos agrícolas como de los insumos. Los precios de los insumos afectan de forma directa los costos de producción agrícola y, por lo tanto, su volatilidad aumenta la incertidumbre sobre la rentabilidad de la agroindustria. Además, los costos más altos de los insumos pueden obligar a la empresa productora a recurrir a préstamos de mayores montos, lo que también aumenta los desembolsos por intereses y reduce la línea de crédito comercial dentro del mercado financiero local. La volatilidad de los precios de producción aumenta la incertidumbre sobre los ingresos y, en última instancia, las ganancias.

Si la producción agrícola se vende tanto en el mercado nacional como en el internacional, el precio pagado a los productores está sujeto a las incertidumbres de la determinación del precio por la oferta y la demanda en los mercados locales y está influenciado por las fuerzas de oferta y demanda que afectan los mercados internacionales. En el caso de las agroexportadoras peruanas, dado que las frutas y hortalizas en los mercados internacionales suelen cotizarse en dólares estadounidenses, sus ingresos varían en función del tipo de cambio, lo que agrega un elemento adicional de incertidumbre y exposición, en caso de inflación y devaluación.

El precio de los productos agrícolas también es una función de su calidad, es decir, el precio se ve afectado por el desempeño agronómico de los cultivos que, a su vez, varían en función del clima. Las temperaturas en diferentes etapas del ciclo de crecimiento, así como el exceso de lluvia o de agua en el suelo, son ejemplos de eventos climáticos que afectan el desempeño agronómico de la producción agrícola.

Los riesgos de mercado también se relacionan con variables que afectan la disponibilidad y el acceso a productos y servicios a lo largo de la cadena de valor. En los mercados rurales donde predominan los pequeños productores, la prima que se paga por una mayor calidad no se transmite a los agricultores, a menos que se generen y se agreguen volúmenes suficientes de oferta para atraer al comprador orientado a la calidad. 

Logística e infraestructura

Los riesgos logísticos y de infraestructura en la agricultura se relacionan con la incertidumbre de transportar o almacenar la producción agrícola, de manera que preserve su calidad y características físicas. También tiene que ver con la disponibilidad oportuna de servicios e información que faciliten el movimiento de productos en ambas direcciones a lo largo de la cadena de suministro. 

Un ejemplo relevante se presenta en la producción de caña de azúcar, cuyos campos de producción suelen quemarse inmediatamente antes de la cosecha para facilitar el trabajo manual. Si se quema el campo y se corta la caña, esta debe llegar al ingenio y procesarse dentro de las 72 horas siguientes. De lo contrario, se corre un alto riesgo de formación de dextrano, a expensas del contenido de sacarosa, lo que reduce la calidad y el valor de la caña y crea graves problemas en la producción de azúcar, sobre todo en la fase de centrifugación. Por lo tanto, una interrupción logística podría afectar de gravedad las operaciones y los precios de la caña, si la caña quemada (1) no llega al ingenio en un corto tiempo.

Hedging para la mitigación de riesgos

Existen varias herramientas para mitigar los riesgos agrícolas, en particular los relacionados con los riesgos de mercado y de producción. Algunas solo están disponibles en los países desarrollados porque el marco institucional necesario para ponerlas en marcha no existe en la mayoría de los países en desarrollo. Por ejemplo, Hedging with futures es una herramienta que necesita mercados líquidos y un alto grado de institucionalización que genere las condiciones necesarias para su funcionamiento. Otros ejemplos son la diversificación, la contratación a plazo y el mantenimiento de una línea de crédito abierta. 

Varangis, Hess y Bryla (2003) sostienen que los agricultores de los países desarrollados utilizan el hedging para proteger sus ingresos de fluctuaciones en el valor de sus cosechas. Estas fluctuaciones pueden afectar gravemente sus activos e ingresos y, en consecuencia, perjudicar su nivel de vida y su capacidad para acumular capital, pagar préstamos, acceder a nuevos créditos y proveer sustento para sí mismos y sus familias. Los autores sostienen, además, que los agricultores están expuestos a fluctuaciones de precios a lo largo de la temporada, lo que genera incertidumbre sobre el precio a recibir por su producto cuando lo lleven a vender. A nivel de fundo o explotación agrícola, esta incertidumbre en los precios de los productos básicos dificulta a los productores la asignación eficiente de recursos, limita su acceso al crédito para insumos que mejoren la productividad y los lleva a adoptar tecnologías de producción de bajo rendimiento y bajo riesgo, lo que reduce los ingresos medios.

El hedging es un mecanismo que elimina el riesgo de precio que la mayoría de los agricultores enfrentan sobre el valor de sus cultivos. La cobertura consiste en realizar transacciones comerciales iguales, pero opuestas en el mercado físico y de futuros, de modo que cualquier pérdida en el mercado físico se compense con una ganancia igual en el mercado de futuros. Las opciones (options) son otra forma de mitigar los riesgos de precio y se diferencian del hedging en que el comprador de una opción tiene el derecho, pero no la obligación de ejecutar el contrato. 

En el caso del hedging, el mecanismo garantiza un precio predeterminado al vencimiento del contrato, de manera independiente a los movimientos reales de los precios. Como consecuencia, a través de esta cobertura, un productor de cultivos puede protegerse de la caída de precios, pero no se beneficia si el precio del cultivo aumenta. Las opciones posibilitan que un productor pueda protegerse de la caída de precios y, al mismo tiempo, beneficiarse si estos aumentan. 

Contratos y diversificación

Los agricultores y las empresas agrícolas involucradas en la gestión de cultivos tienen otros instrumentos para proteger sus ingresos de la volatilidad de los precios. Los contratos de producción y de comercialización son instrumentos que reducen la incertidumbre relacionada con los cambios de precios. Por lo general, en virtud de un contrato de producción, la operación es administrada por la empresa que compra la producción. Esta parte contractual es la encargada de suministrar los insumos y definir el momento y las dosis de aplicación de fertilizantes, pesticidas y otros productos químicos. Esta parte también determina las prácticas agrícolas, los métodos técnicos y el momento de la siembra, la cosecha y las medidas para la protección de las plantas. 

En este caso, la empresa agrícola se convierte en un operador sin riesgos relacionados con la volatilidad de los costos de suministro de insumos o los precios de los cultivos. Estos riesgos se trasladan al principal de la operación, en la relación principal-agente que la transacción ha generado. Si bien, desde la perspectiva de la empresa agrícola, se trata de una modalidad de bajo riesgo, no se materializaría el potencial de obtener altos ingresos en caso de precios de mercado favorables para los insumos o productos.

En la modalidad de contratos de comercialización, la empresa agrícola es libre de gestionar la operación agrícola, pero contrata la producción esperada a un precio fijo. El riesgo de la volatilidad del precio del cultivo se traslada al comprador. Sin embargo, el operador todavía afronta el riesgo de cambios desfavorables en el costo de los insumos y no aprovecha precios mejores que los contratados al momento de la cosecha. Además, en condiciones agrícolas desfavorables, la producción podría caer y así comprometer la capacidad del productor para el cumplimiento de las obligaciones contractuales con sus compradores.

La diversificación casi siempre constituye una forma de mitigar riesgos, pues evita que la operación agrícola sea devastada por eventos severos. La diversificación puede lograrse al añadir más cultivos, regiones o actividades a la cartera existente de la productora. Sin embargo, la diversificación suele requerir equipo especializado y puede estar limitada por la experiencia gerencial y de la mano de obra, la capacidad productiva de la tierra y el potencial de mercado en el área circundante. Además, en el caso de regiones con fincas pequeñas, la diversificación es una opción limitada para los agricultores individuales, debido a las deseconomías de escala.

Dado que los precios no siempre se mueven con base en los mismos patrones a lo largo de la cadena de suministro, la integración vertical es otra forma de gestionar riesgos. Esta estrategia permite a las agroindustrias compensar los incrementos en el costo de los insumos o las reducciones en el valor de los productos en una parte de la cadena de suministro, mediante movimientos opuestos en otras partes de la cadena. Si seguimos con el ejemplo de la caña de azúcar, los productores independientes podrían integrar de manera vertical sus operaciones al asumir el corte de caña, el transporte, el suministro de maquinaria y equipo u otras actividades logísticas. Sin embargo, la integración de estas actividades puede ser difícil porque requiere una fuerte inversión en activos que la mayoría de los agricultores podrían no estar en condiciones de asumir.

Importancia de los seguros agrícolas

El seguro es otra herramienta disponible en la mayoría de los países para mitigar los riesgos agrícolas contra la volatilidad de los rendimientos o eventos catastróficos. En el marco de una estrategia adecuada de gestión de riesgos de la agroindustria, el seguro de cosechas debería ser el recurso final contra eventos inesperados que reduzcan de forma significativa los ingresos en años catastróficos. Sin embargo, el seguro jamás reemplazará las buenas prácticas agrícolas y de gestión que las agroindustrias deben implementar para obtener el máximo rendimiento de sus inversiones.

La adquisición de una cobertura de seguro rentable debe ser el resultado de un análisis de riesgos exhaustivo. Dicho estudio debe incluir la identificación de la gama de riesgos para las empresas agroindustriales a lo largo de sus cadenas de suministros, la clasificación de la probabilidad y la gravedad potencial de los riesgos, la identificación de estrategias de gestión de riesgos ex ante y ex post, y la evaluación de la eficacia, los costos y los beneficios de las diferentes estrategias. 

El seguro agrícola puede estar basado en indemnizaciones o en índices. El primero es una cobertura que paga cuando el asegurado demuestra las pérdidas causadas por los riesgos nombrados (o no excluidos) en la póliza de seguro. El segundo solo requiere que el índice alcance un cierto valor umbral para activar el pago. En otras palabras, el seguro basado en indemnizaciones paga para compensar los daños causados ​​por un evento, mientras que el seguro basado en índices paga por la ocurrencia del evento, independientemente de sus consecuencias u origen. 

Los seguros deben ofrecerse a precios técnicamente justos (2) para que las agropecuarias se sientan motivadas a proteger sus activos mediante este instrumento que complementa otras herramientas de gestión de riesgos. Harwood et al. (1999) explica el concepto de prima de seguro actuarialmente justa considerando que la clave para la fijación de tarifas de seguros es la estimación precisa de las indemnizaciones esperadas. En efecto, las aseguradoras deben fijar tarifas de primas actuarialmente sólidas para que las primas cobradas estén en equilibrio con las indemnizaciones totales esperadas. En el marco de un programa sólido y sin subsidios, el asegurado promedio esperaría, a largo plazo, recibir la misma cantidad en indemnizaciones que lo que paga en primas.

En resumen, los riesgos que enfrentan las empresas agroindustriales pueden tener consecuencias devastadoras para los agronegocios. Una buena gestión de riesgos implica no solo conocer los potenciales riesgos y la gama de medidas para mitigarlos, sino también entender a las empresas agroindustriales desde una perspectiva financiera y agronómica que permita diagnosticar los riesgos y tener acceso a herramientas más efectivas y adecuadas para mitigarlos. ¿Qué estrategias sigues para gestionar riesgos en tu organización? Cuéntanos tu experiencia.

*Nota (1): la caña quemada no se destruye. Conserva su fibra y sacarosa para la elaboración de azúcar, melaza, alcohol, etc.

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Referencias 

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Una buena gestión de riesgos implica no solo conocer los potenciales riesgos y la gama de medidas para mitigarlos, sino también entender a las empresas agroindustriales desde una perspectiva financiera y agronómica.

Rolando Rivera

Master of Science en Economía Agrícola por la Humboldt Universität zu Berlin (Alemania) y Master en Administración de Negocios por la University of Liverpool (Gran Bretaña). Bachiller en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Profundo conocimiento en el desarrollo de soluciones complejas a lo largo de la cadena de valor agrícola. Amplia experiencia en desarrollo de negocios y manejo de cuentas a nivel local, regional y global. Sólidos conocimientos en el desarrollo de protocolos y estandarización de procesos operativos. Perfil internacional y experiencia multicultural habiendo desarrollado actividades profesionales en más de 50 países. Se ha desempeñado como colaborador en el Departamento de Economía Agraria Cuantitativa de la Humboldt Universität zu Berlin (Alemania), elaborando material didáctico e implementando tutorías en los campos de la econometría y las matemáticas. Actualmente es consultor independiente en temas vinculados a la gestión de riesgos agrícolas.

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