La procrastinación genera varios problemas mentales que reducen la posibilidad de alcanzar mejores oportunidades laborales en el futuro. Sin embargo, existen varias acciones que los profesionales pueden realizar para combatir esta situación.
La procrastinación proviene de los términos en latín pro (adelante) y crastinus (futuro o postergación). Se refiere a la acción consciente de postergar, diferir, aplazar o evadir actividades o situaciones que debe realizarse, pero que son reemplazadas por otras menos importantes o más agradables, lo que produce vergüenza o frustración.
Existen diversas causas que originan la procrastinación, entre las cuales pueden mencionarse:
Algunas tipologías de procrastinación se pueden citar a continuación. Ferrari et. al (2015) propone que la procrastinación es general cuando se realiza en todos los ámbitos de la vida familiar, laboral, etc., y específica cuando se limita a un aspecto específico de la vida, como las actividades académicas.
Chun y Choi (2005) y Mc Cown y Roberts (1994) refieren que los procrastinadores activo o funcionales son personas que procrastinan de manera consciente y bajo presión para prepararse a fondo en la realización de la actividad. También distinguen a los procrastinadores pasivos o disfuncionales como aquellos individuos que procrastinan por temor al fracaso o por no satisfacer las expectativas de sus stakeholders.
Takács (2005) establece los siguientes perfiles procrastinadores:
Las consecuencias que puede acarrear la procrastinación en las personas se pueden manifestar en su salud mental, con el surgimiento de estrés, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de inseguridad y desequilibrio cotidiano. También pueden evidenciarse en el ámbito profesional, al frenar su desarrollo laboral y/o académico, y restar oportunidades mejores de empleabilidad, y en el campo social, mediante la creación de barreras en sus relaciones y la simpatía con otras personas, al crearse una fama de holgazanes, flojos, irresponsables y no confiables para encargarles tareas.
Entre el 15 % y el 20 % de las personas desarrollan una procrastinación crónica (Steel, 2007). Además, los jóvenes entre los 18 y 29 años procrastinan más que los adultos mayores (Steel, 2007) y el 63 % de procrastinadores tienen mayor nivel de estrés y un 58 % disminuyen su productividad (Sirois, 2016).
Las principales causas de la procrastinación son la falta de motivación (45 %), el perfeccionismo (30 %) y las distracciones (25 %) (Eerde, 2003). Asimismo, los hombres procrastinan más que las mujeres, y un 25 % de ellos se vuelven crónicos, en relación con un 15 % de las mujeres (Klassen, Krawchuk y Rajani, 2008).
Algunas medidas que permiten combatir la procrastinación son las siguientes:
¿Cuáles de estas u otras acciones realizas para combatir la procrastinación? Cuéntanos tu experiencia.
Referencias
Entre las consecuencias de la procrastinación, resaltan el surgimiento de estrés, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de inseguridad y desequilibrio cotidiano.
Profesor principal, presidente del Comité de Admisión de Posgrado (Doctorado, MBA y maestrías especializadas) en ESAN Graduate School of Business. Asimismo es miembro de diversas instancias académicas y de gobierno, tales como la Asamblea Universitaria, el Consejo Universitario, el Tribunal de Honor y el Comité de Hostigamiento Laboral. Además, es coordinador académico del PADE Internacional en Administración de Empresas.
Doctor en Administración (Ph. D.) y maestro en Administración (M. Sc.) por la Universidad de São Paulo, Brasil. Pasantía doctoral en la Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (EGADE/ITESM), Monterrey, México.
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