En el Perú, la ganadería de engorde se encuentra en una encrucijada: continuar con una tradición basada en razas criollas y cruzadas que ofrecen bajos retornos o apostar por la modernización genética que ya ha probado ser más rentable y eficiente en el aspecto económico. No se trata de una simple elección entre lo viejo y lo nuevo, sino de una decisión estratégica que marcará el rumbo del sector hacia el 2030.
En la actualidad, más del 79 % del hato nacional está compuesto por seudorazas (criollos y cruzados), producto de cruzamientos sin una clara dirección genética. Esta situación limita la productividad, diluye el rendimiento cárnico y condena a la ganadería a márgenes de rentabilidad negativos. El resultado es un sistema empírico y de subsistencia, ajeno a las exigencias del mercado nacional e internacional.
El análisis de campo en centros de engorde, como el de Gestión Ganadera del Perú o la experiencia de Ninatika SAC, revela una realidad preocupante: los animales criollos o cruzados generan pérdidas de hasta S/300 por animal en fases clave como la recría. Mientras tanto, razas mejoradas como el Brangus logran acumular ganancias netas de hasta S/893 a los 16 meses.
Los datos no mienten. La mayor diferencia entre las razas tradicionales y las especializadas radica en la tasa de ganancia diaria de peso (GDP). Con una misma alimentación, un animal Brangus puede ganar 2.26 kg por día mediante el engorde intensivo, frente a los 1.8 kg por día que ganan sus contrapartes criollas. Esa diferencia de 0.4 kg diarios no solo se traduce en más carne, sino también en un mejor retorno sobre la inversión (ROI, por sus siglas en inglés), de hasta 25 % cuando se reconoce la mejor calidad de la carcasa.
Es crucial comprender que la genética no es un lujo, sino un multiplicador económico. Potencia el rendimiento, reduce los tiempos de engorde, mejora la conversión alimenticia y permite acceder a precios diferenciales por calidad de carne. Con razas especializadas, el negocio cambia de perder dinero a crear valor.
Aunque la estructura productiva nacional aún se basa en lo tradicional, el mercado cárnico se comporta de forma distinta. Lima y Arequipa concentran el 49.6 % del beneficio de ganado, lo que refleja un sistema centralizado y competitivo. En este mercado, la calidad sí paga y quienes producen mejor carne acceden a mejores precios y oportunidades.
Los ejemplos internacionales refuerzan esta lógica. Paraguay, con un territorio semejante al de Loreto, maneja trece millones de cabezas, de las cuales el 48 % es Brangus, y exportan carne de calidad. Por el contrario, el Perú aún no puede exportar ni un solo kilo de carne, ya que no cumple los estándares básicos.
Para cambiar esta realidad, se necesita una política pública clara y decidida. El plan estratégico Raza Productiva Perú 2030 propone una reconversión genética que reduzca las seudorrazas a menos del 30 % del hato nacional, con un incremento proyectado de rentabilidad del 30 % por unidad animal.
Este plan se estructura en tres ejes: la reconversión genética vía inseminación y la transferencia de embriones con subsidio estatal, la educación ganadera enfocada en alfabetización genética y líderes técnicos, y los incentivos económicos como bonos por animal mejorado y créditos condicionados a genética certificada.
La necedad de persistir en sistemas de baja genética implica condenar al sector a la improductividad. No se puede competir ni abastecer con eficiencia el mercado con animales que no rinden, no engordan bien y no permiten una diferenciación comercial. La mejora genética no es un lujo académico, sino una urgencia económica y social. Es la diferencia entre subsistir o prosperar.
La baja rentabilidad del sistema actual también es un factor clave de la migración rural. Si la ganadería no se vuelve negocio, el campo se vacía, se pierde el tejido productivo y se debilita la seguridad alimentaria del país.
La evidencia es contundente: la carne del mañana no se puede criar con las razas del ayer. La apuesta por la modernización genética no solo es una decisión técnica, sino también una apuesta por un Perú ganadero más competitivo, sostenible y exportador. Necesitamos un Estado que no tolere más la reproducción sin valor genético y ponga a la genética en el corazón de su política agraria.
El tiempo de improvisar terminó. La ganadería peruana no necesita discursos nostálgicos, sino planes técnicos. No se puede criar al azar. El futuro se construye con ciencia, estrategia y visión. ¿Qué otras acciones propondrías para mejorar esta situación? Déjanos tu opinión.
La apuesta por la modernización genética no solo es una decisión técnica, sino también una apuesta por un Perú ganadero más competitivo, sostenible y exportador.
Ingeniero Agrónomo, MBA por ESAN y Doctor en Estrategia y Desarrollo (CAEN). Con más de 35 años de experiencia, es líder en planificación estratégica, agronegocios y sostenibilidad. Es creador del Modelo Estratégico de Rentabilidad Agrícola (MERA), con impacto internacional. Como docente e investigador en la Universidad ESAN, promueve la formación de líderes con visión integral, impulsa la innovación en cadenas de valor rurales y fortalece la vinculación universidad-sector productivo, posicionando a ESAN como referente académico en la transformación del agro peruano y latinoamericano.