Una empresa puede tener un Ebitda alto, pero un flujo de caja insuficiente. Si se confía solo en el primero de estos indicadores, puede experimentar dificultades financieras que incluso podrían llevarla a la bancarrota.
Los ingresos antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones (Ebitda, por sus siglas en inglés) se han convertido en una métrica popular en el análisis financiero de empresas. Muchos ejecutivos y analistas lo ven como una forma clara de medir la rentabilidad operativa porque deja fuera factores como los intereses, los impuestos y la amortización, lo que permite comparar empresas de diferentes sectores y tamaños sin las distorsiones que esos elementos generan.
No obstante, la limitación crucial del Ebitda y su variante Ebditda (ingresos antes de depreciaciones, intereses, impuestos y amortizaciones) es que no reflejan la liquidez real de la empresa. Cuando las empresas confían demasiado en el Ebitda, sin considerar el flujo de caja, pueden caer en la trampa de pensar que la rentabilidad en papel es suficiente para garantizar su estabilidad, una falacia que puede conducir al colapso financiero.
El Ebditda ajusta aún más el Ebitda, ya que excluye gastos excepcionales o extraordinarios que no forman parte de las operaciones regulares. Esta métrica permite a los inversores y gestores de empresas evaluar la capacidad de generación de ingresos de una compañía sin la influencia de gastos o ingresos no recurrentes, como los costos de reestructuración o las ganancias por la venta de activos.
A pesar de que este ajuste puede dar una imagen más precisa de la rentabilidad normal de una empresa, aún es una métrica contable que no representa los movimientos de efectivo reales. Un Ebditda alto puede lograr que una empresa parezca estable y rentable, pero esta cifra no siempre refleja su capacidad para generar efectivo de forma continua y sostenible, en especial si su modelo de negocio requiere grandes cantidades de capital o tiene ciclos de cobro largos.
Un error común es que, al enfocarse solo en el Ebitda o el Ebditda, las empresas caen en la ilusión de que tienen una buena salud financiera. La rentabilidad en papel no siempre significa una situación financiera sólida. Para ilustrarlo mejor, pensemos en una empresa de transporte que tiene un Ebitda robusto, pero sus clientes pagan a 90 o 120 días. Aunque su rentabilidad es alta, su flujo de caja podría estar comprometido debido a los largos períodos de cobro, lo que la pone en riesgo de no poder cumplir con sus obligaciones de pago, como los salarios, proveedores y gastos operativos.
En un entorno de alto endeudamiento, el Ebitda no nos da una visión completa de la capacidad de la empresa para cubrir sus deudas a corto plazo. Si bien la empresa puede parecer rentable, el flujo de caja real, que incluye pagos de intereses y amortización de deudas, puede ser insuficiente para cubrir sus obligaciones. Este problema puede llevar a situaciones de iliquidez, sobre todo en tiempos de crisis económica o desaceleración del mercado.
El flujo de caja operativo muestra el dinero real que entra y sale de la empresa, como parte de sus operaciones diarias. Es la medida más directa de la capacidad de una empresa para generar el efectivo necesario que le permita mantener sus actividades, invertir en crecimiento y cubrir sus obligaciones financieras. A diferencia del Ebitda, que es una medida contable, el flujo de caja es un reflejo directo de la realidad financiera.
El efectivo es el recurso que realmente permite a las empresas pagar sus deudas, reinvertir en sus operaciones y enfrentar tiempos de incertidumbre. Si una empresa no tiene suficiente flujo de caja, está expuesta a una crisis de liquidez que incluso puede llevarla a la bancarrota, sin importar sus niveles de Ebitda.
Pongamos como ejemplo a una empresa de retail con alta rotación de inventario. Aunque su Ebitda sea alto, si gran parte de sus ingresos están atados a un inventario que no se vende, su flujo de caja se verá comprometido. Si el negocio necesita afrontar una deuda o pagar a sus proveedores y no tiene el efectivo necesario, su situación financiera puede deteriorarse con rapidez, pese a tener buenos márgenes de rentabilidad.
Muchas empresas exitosas en el papel han fracasado por una gestión inadecuada del flujo de caja. Depender de manera exclusiva del Ebitda para medir la salud financiera es una receta para el desastre porque oculta factores cruciales:
Para evitar caer en la trampa del Ebitda, las empresas deben adoptar un enfoque de análisis financiero integral, donde el flujo de caja sea una métrica fundamental. Para ello, es necesario monitorear de forma constante el flujo de caja operativo y realizar proyecciones para anticiparse a problemas de liquidez. Además, una estrategia de gestión financiera sólida debería incluir:
El Ebitda y el Ebditda son métricas útiles que aportan una visión sobre la rentabilidad operativa de una empresa, pero no deben ser los únicos indicadores en los que se base la toma de decisiones financieras. Al ignorar el flujo de caja, también se ignora el pulso de la empresa. Sin flujo de efectivo, no hay forma de cubrir las obligaciones diarias ni sostener el negocio a largo plazo.
Para evitar desastres financieros, los directivos siempre deben tener presente que el efectivo es el recurso esencial de cualquier empresa, y que una sólida gestión del flujo de caja es el único camino para una estabilidad y crecimiento sostenibles. ¿Cómo gestionas el flujo de caja en tu organización? Cuéntanos tu experiencia.
El Ebitda y el Ebditda aportan una visión sobre la rentabilidad operativa de una empresa, pero no deben ser los únicos indicadores en los que se base la toma de decisiones financieras.
Parte del staff de profesionales de Consejeros ESAN. Director Financiero Corporativo | Consultor Estratégico. Con más de 30 años de experiencia en liderazgo financiero en logística y banca, especializado en fusiones y adquisiciones, reestructuración financiera y liderazgo de equipos multiculturales. Logros notables incluyen la integración exitosa de una fusión en tiempo récord, la obtención de una línea de crédito de seis cifras en dólares para un proyecto minero, y la dirección de expansiones regionales en Chile, Argentina y Colombia. Sus competencias clave incluyen liderazgo financiero, fusiones y adquisiciones, auditorías fiscales y cumplimiento, y planificación financiera estratégica.
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