Sandor Lukacs de Pereny, docente del MBA de ESAN Graduate School of Business, escribió en Gestión sobre el panorama y futuro de la agroexportación en América, Europa y Asia. Señaló que, ante tensiones geopolíticas, barreras comerciales y cambios en el consumo global, el sector debería adaptarse estratégicamente para asegurar su acceso competitivo a mercados interconectados.
En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, nuevas barreras comerciales y cambios en los patrones de consumo, el sector agroexportador enfrenta una disyuntiva crucial: adaptarse o desaparecer. América, Europa y Asia, los tres grandes polos de consumo y producción, muestran realidades contrastantes pero interconectadas, donde el acceso a mercados y la capacidad de reacción estratégica serán determinantes para sobrevivir y prosperar.
En América, el comercio agroexportador se ve tensionado por nuevos aranceles, tratados en revisión y una creciente competencia entre países. Estados Unidos, principal destino de exportaciones agrícolas del continente, ha comenzado a usar herramientas arancelarias de forma estratégica, impactando directamente a países como Perú, México y Brasil. Las medidas proteccionistas reconfiguran las cadenas de valor, mientras que los tratados comerciales como el CUSMA (entre EE.UU., Canadá y México) o los múltiples TLC bilaterales son ahora sometidos a presión política interna.
México se ha convertido en un jugador clave, no solo por su cercanía con EE.UU., sino también como plataforma logística y productiva para terceros países. Canadá, por su parte, evalúa ampliar su cooperación energética y manufacturera con México como forma de diversificar su matriz comercial. Esta reconfiguración del comercio interamericano obliga a los exportadores a buscar ventajas competitivas más allá del precio: innovación, eficiencia logística y alianzas estratégicas serán fundamentales para sobrevivir en un continente que transita hacia una mayor fragmentación comercial.
En este complejo panorama, el Perú destaca por su desempeño sobresaliente en el primer trimestre de 2025, con exportaciones que alcanzaron los US$ 20,625 millones, un crecimiento del 27.3% respecto al año anterior. Este impulso no solo reafirma la solidez del modelo económico orientado al comercio exterior, sino que también evidencia una capacidad de adaptación estratégica ante condiciones adversas.
La agroexportación, el segundo sector más importante de nuestro país, creció un 21.2%, destacando productos como el cacao (+129%) y frutas tradicionales como uvas y mangos (+21%). La diversificación geográfica y sectorial con nuevas aperturas hacia Asia y mejoras en infraestructura logística, como el Puerto de Chancay posicionan a nuestro país como un hub agroexportador en el Pacífico Sur.
El reto ahora es doble: responder estratégicamente a barreras como los nuevos aranceles estadounidenses, mientras se capitalizan oportunidades en mercados asiáticos como China, India o Corea del Sur. Las empresas peruanas con estructura financiera sólida y visión estratégica están mejor posicionadas para adaptarse. Como señala el presidente del Comité de Agroindustrias, Alimentos y Bebidas de la Asociación de Exportadores Mario Salazar: “Este no es un momento para improvisar, sino para decidir con datos y construir resiliencia desde el conocimiento”.
El Parlamento Europeo aprobó el 22 de mayo de 2025 un incremento de 50% en los aranceles a productos agrícolas y fertilizantes provenientes de Rusia y Bielorrusia, con una escalada progresiva que podría llegar a los 430 euros por tonelada en 2028. La medida busca reducir la dependencia de estos países y fomentar la producción europea, aunque no afecta el comercio con terceros países.
En 2023, Rusia suministró el 25% de los fertilizantes importados por la UE, generando ingresos por 1280 millones de euros. La nueva política arancelaria busca romper esta dependencia y convertirla en una oportunidad para fortalecer la producción interna. Este movimiento no solo responde a razones comerciales, sino también a la necesidad de seguridad alimentaria y energética en medio del conflicto en Ucrania. La UE intenta equilibrar sus obligaciones con la seguridad alimentaria global, permitiendo aún el tránsito y almacenamiento de productos rusos destinados a otros mercados.
China, anteriormente uno de los mayores compradores de maíz estadounidense (con un pico de 29.5 millones de toneladas en 2020-21), ha reducido considerablemente sus importaciones desde mediados de 2022. Esto ha beneficiado a países como Japón, Corea del Sur y Vietnam, quienes ahora compran maíz estadounidense a precios más competitivos.
Mientras tanto, Brasil capitaliza la estrategia china de diversificación, consolidando su rol como proveedor confiable de maíz y soya. China ha enfatizado su interés en fortalecer la cooperación agrícola con Brasil, mientras reduce su dependencia del grano norteamericano para fomentar precios internos competitivos y proteger a sus agricultores.
El Departamento de Agricultura de EE.UU. estima que las exportaciones de maíz a Japón crecerán 30% en 2024-25, alcanzando 8.9 millones de toneladas. Corea del Sur también registra un auge de importaciones, proyectando una participación estadounidense del 30% en su mercado para 2025-26 (frente al 7% en 2022-23).
Este reordenamiento crea nuevas oportunidades para exportadores que sean estratégicamente ágiles. Países como Vietnam, Indonesia y Tailandia están en conversaciones comerciales con EE.UU. y consideran aumentar sus compras agrícolas como parte de acuerdos bilaterales.
La agroexportación ya no puede depender de la estabilidad de un solo mercado ni de condiciones comerciales pasadas. América enfrenta nuevas reglas, Europa redefine sus alianzas, y Asia redibuja el mapa de flujos agrícolas. En este escenario, la resiliencia estratégica, la inteligencia de mercados y la diversificación serán las claves para sobrevivir, adaptarse y crecer. El futuro pertenece a quienes se anticipen con datos, decisiones y determinación.
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