Peter Yamakawa, decano de ESAN Graduate School of Business, analizó en la Revista Stakeholders el futuro de la educación en el Perú y señaló que la tendencia será ofrecer un aprendizaje líquido, donde el estudiante decidirá cómo quiere llevar sus cursos (100 % online, semipresencial o presencial).
La educación ya no volverá a ser la misma tras la pandemia, sobre todo a nivel universitario y posgrado. En la nueva normalidad, y una vez que se permita el regreso a las aulas físicas, la oferta de carreras y programas académicos traerá consigo cambios ligados al concepto de "educación líquida", donde las instituciones darán una enseñanza sin fronteras. Es decir, los estudiantes podrán elegir la modalidad con la que quieran llevar sus cursos.
Si desean tener clases 100 % virtuales, 100 % presenciales o en formato blended, lo podrán hacer sin que existan limitantes en cuanto a una única modalidad para aprender. De esta forma, podrán aprender en cualquier momento y en cualquier lugar.
Este nuevo escenario será posible debido a que los procesos en las universidades y escuelas de negocio se han digitalizado. También, cabe mencionar que hay un mayor uso de recursos tecnológicos por parte de los profesores para dinamizar las clases. Así, herramientas como Kahoot!, Brainscape, OpenBoard, Mentimeter, entre otras, se han difundido para lograr una mayor interacción.
En cuanto a la metodología de enseñanza, ya no solo se trabaja con presentaciones lineales o el método del caso, sino que hay un enfoque a retos o aulas invertidas que permiten que los estudiantes gocen de mayor protagonismo para que sientan que hay un diferencial en las clases. Consideremos que muchos de los conocimientos que tradicionalmente se impartían ya están al alcance de los estudiantes en internet y el diferencial que debe darse es cómo lo pueden aplicar a sus casos particulares. El reto es que cada estudiante sienta que lo que está aprendiendo no podrá ser reemplazo por una búsqueda en Google: hay un análisis y un debate único que no debe ser desperdiciado.
Ante la nueva realidad descrita, el rol de los profesores cambia completamente. Si en el modelo tradicional de enseñanza, el estudiante solo asimilaba los conocimientos brindados por sus docentes en el aula, ahora demanda más un guía o coach que faciliten el aprendizaje por medio del cuestionamiento y la ponderación de diversas perspectivas. Esto siempre en un clima de respeto por la diversidad de posturas.
Por otro lado, las nuevas generaciones de estudiantes comparten una mayor preocupación por su entorno y se interesan por el bienestar de la comunidad donde viven. Asimismo, los videojuegos y otros estímulos que recibieron durante su infancia y niñez los llevan a pensar que toda acción de su parte debe recibir una respuesta o tener un impacto rápido. Por ello, las clases, debates o los trabajos que se desarrollen necesitan una mayor dosis de coyuntura, que permitan generar soluciones a los problemas que enfrentamos como país. Si antes se priorizaban muchos los casos de éxito mundial, hoy es necesario preguntarse cómo podemos hacer que nuestras organizaciones mejoren y se adapten a las particularidades de nuestra realidad.
Para que estos retos puedan cumplirse, es clave el rol del área de Calidad Educativa, que supervisa las clases y recoge el feedback de los alumnos para que las clases sean una experiencia gratificante y se logre un adecuado aprendizaje para toda la vida. Asimismo, como puede verse, la educación que se nos viene será aún más personalizada y logrará empoderar más a los alumnos para que sean co-creadores y co-partícipes de su capacitación y mejora profesional. Si las instituciones educativas no se adaptan a estos cambios se verán en dificultades para satisfacer a sus estudiantes.
Fuente: Revista Stakeholders