Otto Regalado, docente del MBA y jefe del área académica de Marketing de ESAN, cuestionó en Gestión la escasa atención al turismo en el último mensaje presidencial de Fiestas Patrias y pidió asumirlo como eje de desarrollo nacional, con mejor gobernanza, gestión técnica de atractivos, participación comunitaria y seguridad. Advirtió que relegarlo implica perder un motor clave de inclusión, sostenibilidad y orgullo del país.
En Perú, lo que no se menciona –o se menciona poco– igual tiene peso. En su último mensaje presidencial por Fiestas Patrias, la presidenta Dina Boluarte brindó un discurso de 97 páginas, de las cuales, tres estuvieron destinadas al balance del sector turismo. En ellas, se hizo un recuento de las principales iniciativas que se han dado el último año (la nueva ruta turística del Papa León XIV, la reactivación del turismo comunitario, entre otras) así como del aporte que tuvo al PBI: contribuyó con más de S/ 31 mil millones a la economía.
Sin embargo, no hubo autocrítica a la gestión de este sector, que sigue sin recuperarse del impacto de la pandemia, tanto en cifras, como a nivel de competitividad, donde nuestra marca país ha perdido impulso y ha sido ampliamente superada por otros países de la región como Argentina, Chile o Colombia, por citar solo unos ejemplos. Tampoco se hizo referencia a Machu Picchu y al grave deterioro que sufre producto de la informalidad a su alrededor.
Estas ausencias no son casuales. Evidencian una problemática que va más allá de esta administración: la falta de una perspectiva nacional que considere el turismo no únicamente como una actividad económica, sino también como un instrumento de desarrollo descentralizado, unificación territorial y formación de identidad.
Si los próximos aspirantes a la presidencia desean discutir seriamente el tema del desarrollo y no volver a cometer el error de considerar el turismo como un número decorativo, deben tomar con determinación la dirección de este sector. A continuación, se exponen tres prioridades estratégicas que deben incorporarse en sus programas gubernamentales si aspiran a reconstruir no solo el sector turístico, sino también el proyecto nacional que este simboliza.
Más allá de las campañas de marca país y de las divisas que deja la captación de visitantes extranjeros, el turismo nos lleva a cuestionarnos qué nación deseamos presentar ante el mundo: ¿cuál es nuestra identidad como nación? ¿qué valores reflejamos? ¿qué principios fomentamos al acoger visitantes?
A lo largo de los últimos años, Perú ha realizado campañas vistosas, pero sin una visión holística. Recordemos a ‘Peru, Nebraska’ que, si bien causó una serie de halagos y obtuvo reconocimientos, también fue objeto de críticas porque en lugar de promocionar un país multicultural, se hizo un mayor énfasis en la visión de Lima. También hubo cuestionamientos por el énfasis que se hizo en figuras costeñas, dejando de lado el componente andino, afroperuano y selvático.
Ante el escenario actual y frente a los desafíos que tiene el sector, lo que se requiere no es creatividad o innovación, sino una política gubernamental que considere al turismo como un componente esencial del progreso nacional. No en términos de “belleza” o “cultura”, sino en un lugar donde se entrelazan la economía, el territorio, la sostenibilidad, la diplomacia, la identidad y la coexistencia.
Los candidatos presidenciales deben comprometerse a incorporar el turismo en los principales pilares del plan gubernamental: la descentralización, la inclusión social, el trabajo para jóvenes, la formación técnica y la preservación del medio ambiente. Ya que el turismo no es un objetivo, sino un instrumento eficaz para lograr objetivos más amplios.
Asimismo, si queremos que la Marca Perú sea una herramienta de cohesión e identificación nacional se requiere un mayor involucramiento con la población a través de una co-creación de los contenidos: saber quiénes se sienten representados, por ejemplo. Esta construcción no puede ser solo producto de las decisiones de un comité de publicistas, sino que debe ser fruto de una investigación más profunda. De esta manera se obtendrá mayor representatividad.
La recuperación de la Marca Perú no es solo una labor de marketing. Es una práctica de honestidad: demostrar al mundo lo que verdaderamente somos, y esforzarse por mejorar eso cada día.
Hoy en día, el turismo en Perú opera a pesar del Estado, no debido a este. El Mincetur y PromPerú han hecho todo lo que está a su alcance para mantener la Marca Perú en el radar del mundo, sin embargo, se necesita más, tanto en términos de recursos económicos como en medidas que articulen a los distintos actores del sector para una promoción conjunta y no separada.
Si los aspirantes presidenciales desean que el sector del turismo opere de manera sostenible, deben comprometerse a desarrollar una nueva estructura institucional para la industria. Esto implica, entre otras medidas, la implementación de un Sistema de Administración de Atractivos Turísticos. Se requiere que el Estado cumpla con su rol de autoridad, pero sin perder de vista la necesidad de un diálogo y trabajo conjunto con las comunidades locales para una correcta redistribución de la riqueza. Lo que ocurre actualmente con Machu Picchu debe servir de ejemplo para no repetir errores de gestión. Ceder ante el populismo, la informalidad y el desorden tiene efectos perjudiciales al largo plazo.
Por ello, se necesita de un Sistema de Administración de Atractivos Turísticos donde se establezcan directrices de cómo se gestionará el cuidado y preservación de los diferentes parques nacionales, santuarios, entre otras denominaciones. Esto debe darse en el marco de estudios técnicos y se cuente con la colaboración de los diferentes actores para su viabilidad. Esto puede darse a través de Consejos regionales de turismo con participación vinculante del sector privado, comunidades, gobiernos subnacionales y universidades locales. Asimismo, deben establecerse mecanismos de seguimiento territorial (observatorios turísticos regionales) que brinden datos e indicadores en tiempo real para tomar decisiones informadas. Ello evitará que discursos populistas y malintencionados ganen terreno.
Uno de los motivos por los que el turismo en Perú se desacelera es la constante incertidumbre: manifestaciones, alertas gubernamentales que aconsejan no visitar a nuestro país, cierres imprevistos de lugares turísticos icónicos, y por supuesto la creciente ola de inseguridad. Estos elementos no solo desvían turistas, sino que perjudican de manera constante la reputación global del país.
Los candidatos presidenciales deben aceptar que, sin seguridad turística, no es viable el crecimiento turístico. Para ello es necesario:
En un mundo donde los destinos se enfrentan no solo por belleza, sino también por certeza y seguridad, Perú no puede continuar respondiendo de manera tardía.
Un país también se edifica desde la manera en que se percibe. Desde lo que brinda, desde la forma en que recibe, desde la consideración que dedica a su patrimonio y a sus habitantes. En ese contexto, el turismo representa una manera de mostrar la nación.
El próximo mandatario tendrá que lidiar con varias crisis: institucional, económica, territorial, social. Todas estas se entrelazan, de alguna manera, en la administración del turismo. Por eso, solo mencionarlo en un discurso no es suficiente. Es necesario analizarlo. Es necesario liderarlo. Es necesario protegerlo. Si continuamos considerando al turismo como una actividad que funciona en piloto automático, no solo perderemos turistas. Perderemos uno de los escasos caminos auténticos de inclusión, sostenibilidad y orgullo que aún conservamos.
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