Sesgos comunes en la valoración del rendimiento laboral

Sesgos comunes en la valoración del rendimiento laboral

En su último artículo para Gestión, Enrique Louffat, profesor principal de ESAN y de los Programas en Administración, compartió los errores subjetivos más comunes al evaluar el desempeño del personal.

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Uno de los aspectos centrales en la gestión del talento humano es la evaluación del desempeño de los colaboradores. Esta puede dividirse en dos grandes dimensiones que deben complementarse para lograr una evaluación integral, asignando las ponderaciones adecuadas a cada una:

  1. Evaluación cuantitativa: Se basa en indicadores objetivos y medibles mediante herramientas o instrumentos tangibles, como el número de unidades producidas. Su naturaleza permite una medición precisa y comparativa del desempeño.
  2. Evaluación cualitativa: Analiza competencias y comportamientos a partir de percepciones y valoraciones subjetivas. Aspectos como la responsabilidad o la solidaridad son evaluados en función del comportamiento cotidiano, sin contar necesariamente con herramientas estandarizadas que faciliten su medición.

Ambos enfoques son esenciales y deben combinarse estratégicamente para obtener una visión completa del rendimiento de los colaboradores.

En el contexto de la evaluación cualitativa del comportamiento, exploraremos los errores subjetivos que un evaluador puede cometer, influenciados por factores como sensaciones, percepciones, memorias, motivaciones, inteligencia y valores personales.

  • Efecto halo: Ocurre cuando el evaluador transfiere su percepción positiva o negativa de un factor evaluado a otro, sin haberlo valorado de manera independiente. Por ejemplo, si un trabajador recibe una calificación de 18 en el factor “Logística”, el evaluador podría otorgarle automáticamente la misma puntuación en “Primeros auxilios”, sin haber aplicado ninguna prueba o examen específico para esta competencia.
  • Efecto de lenidad: Se produce cuando un evaluador tiende a otorgar calificaciones excesivamente altas dentro de la escala de referencia. Por ejemplo, en una escala vigesimal, asignar notas de 18, 19 o 20 a todos los evaluados, sin que estos demuestren un desempeño excepcional en la realidad. Este sesgo genera distorsiones, ya que sugiere niveles de excelencia que no necesariamente se reflejan al comparar con otros evaluadores o grupos de referencia. Un ejemplo de este fenómeno se observa en algunas universidades que asignan calificaciones elevadas de manera generalizada, a pesar de que sus indicadores de calidad y reputación no sean los más altos en el ámbito educativo o laboral.
  • Efecto de severidad: Ocurre cuando un evaluador tiende a asignar calificaciones excesivamente bajas dentro de la escala de referencia. Por ejemplo, en una escala vigesimal, otorgar notas de 11 o 12 a todos los evaluados, sin que estos reflejen realmente un desempeño deficiente. Este sesgo puede generar percepciones erróneas de baja calidad, especialmente al comparar con otros evaluadores o grupos de referencia. Un ejemplo de este fenómeno se observa en algunas universidades que aplican criterios de evaluación demasiado estrictos, a pesar de contar con altos índices de calidad y reputación en los ámbitos educativo y laboral.
  • Efecto intermedio: Ocurre cuando un evaluador asigna calificaciones promedio dentro de la escala de referencia, evitando tanto las puntuaciones altas como las bajas. Por ejemplo, en una escala vigesimal, otorgar notas de 14, 15 o 16 a todos los evaluados. Este sesgo genera el problema de homogenizar el desempeño, dando la impresión de que todos tienen el mismo nivel, cuando en realidad puede haber diferencias significativas entre ellos, con algunos destacando más y otros requiriendo mayor desarrollo.
  • En los casos de lenidad, severidad e intermedio, un aspecto adicional a considerar es el impacto que estas distorsiones pueden tener en los evaluados, especialmente en decisiones clave como promociones o ascensos dentro de una empresa.
  • Por ejemplo, supongamos que hay una vacante para promoción de carrera y dos evaluadores de distintas áreas. Uno de ellos, con tendencia a la lenidad, asigna calificaciones elevadas a un candidato de su área, mientras que el otro, con una inclinación hacia la severidad, otorga una calificación baja a un candidato igualmente competente pero perteneciente a su área. Esta discrepancia podría afectar injustamente las oportunidades de ascenso.
  • Una posible solución equitativa sería que ambos evaluadores participen en la evaluación de ambos candidatos, lo que permitiría reducir sesgos individuales y lograr una valoración más objetiva y balanceada.
  • Efecto de semejanza: Ocurre cuando el evaluador asigna calificaciones más altas a candidatos con quienes comparte similitudes en aspectos como personalidad (por ejemplo, ser conservadores), aficiones (como ser hinchas del mismo club de fútbol) o pertenencia a instituciones culturales, religiosas o deportivas. Este sesgo puede generar evaluaciones subjetivas que favorecen a ciertos evaluados sin una base objetiva, afectando la equidad en el proceso de evaluación.
  • Efecto de diferencia: Ocurre cuando el evaluador asigna calificaciones más bajas a candidatos con quienes no comparte similitudes en aspectos como personalidad (por ejemplo, uno es liberal y el otro conservador), aficiones (como ser hinchas de equipos de fútbol rivales) o pertenencia a instituciones culturales, religiosas o deportivas. Este sesgo puede llevar a evaluaciones injustas, donde el desempeño del evaluado se ve afectado por factores personales ajenos a su rendimiento real.
  • Efecto de primacía: Ocurre cuando el evaluador basa su calificación en el desempeño inicial del candidato, proyectándolo sobre todo el período de evaluación. Por ejemplo, si un candidato obtiene ciertas calificaciones en los meses de enero, febrero y marzo, el evaluador podría asignarle una nota anual en función de ese rendimiento inicial, sin considerar el desempeño en los meses restantes (de abril a diciembre), donde podrían haberse producido mejoras o deterioros en su desempeño. Este sesgo puede generar evaluaciones inexactas y no reflejar el verdadero rendimiento a lo largo del tiempo.
  • Efecto de recencia: Ocurre cuando el evaluador basa su calificación en el desempeño más reciente del candidato, proyectándolo sobre todo el período de evaluación. Por ejemplo, si un candidato obtiene calificaciones en los meses de octubre, noviembre y diciembre, el evaluador podría asignarle una nota anual en función de ese rendimiento final, sin considerar su desempeño en los meses anteriores (de enero a septiembre), donde podrían haberse producido variaciones significativas. Este sesgo puede generar evaluaciones inexactas y no reflejar el desempeño global a lo largo del tiempo.
  • Efecto de influencia: Ocurre cuando el evaluador, por evitar desacuerdos o contradecir a superiores, asigna calificaciones similares a las de evaluadores de mayor rango, incluso si su propia percepción es distinta. Por ejemplo, si un gerente general otorga una calificación de excelencia a un trabajador y otro superior jerárquico hace lo mismo, el evaluador podría sentirse presionado a calificar de manera similar, aunque en su criterio el desempeño del evaluado no lo justifique. Este sesgo compromete la objetividad de la evaluación y puede distorsionar la valoración real del desempeño.
  • Efecto de celeridad: Ocurre cuando el evaluador entrega sus evaluaciones de manera apresurada, sin haber realizado un análisis profundo y reflexivo. Esto suele suceder cuando la prioridad es “cumplir con los plazos” o “desocuparse” de la tarea, en lugar de garantizar una valoración justa y bien fundamentada. Como resultado, las calificaciones pueden carecer de precisión y objetividad, afectando la calidad del proceso de evaluación.
  • Efecto de demora: Ocurre cuando el evaluador retrasa excesivamente la entrega de las evaluaciones, excediendo los plazos establecidos y afectando las etapas posteriores del proceso. Además, este retraso puede llevar a realizar la evaluación apresuradamente en el último momento, sin la reflexión y el análisis necesarios, comprometiendo la calidad y objetividad de la calificación.
  • Efecto de corrupción: Se presenta cuando los evaluadores actúan de manera antiética e inmoral, violando principios de integridad y cometiendo actos de corrupción. Por ejemplo, un evaluador que insinúa o solicita prebendas, regalos o dinero a los trabajadores evaluados a cambio de otorgarles una calificación favorable o excelente. Este sesgo no solo distorsiona el proceso de evaluación, sino que también afecta la credibilidad y transparencia de la organización.

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