Sergio Bravo Orellana, Profesor Principal de ESAN, analizó en Gestión cómo se podría cambiar el modelo de transporte urbano actual, desordenado y centrado en la competencia por pasajeros, por uno más eficiente, similar al de los metros. En este sistema, los operadores reciben pagos fijos por invertir y operar sus buses según lo que pide la autoridad, sin depender del número de pasajeros.
Para la mayoría de los usuarios del transporte urbano, resulta deseable transitar desde un modelo caótico, caracterizado por la informalidad[1] [2], la competencia desordenada por pasajeros y la deficiente calidad del servicio, hacia un sistema ordenado, eficiente y de calidad, como el que opera en países desarrollados. En dichos contextos, el transporte público opera con flotas modernas, horarios regulares durante las 24 horas del día y una gestión orientada al servicio del usuario, eliminando aglomeraciones, demoras y conflictos por la demanda[3]. Para alcanzar una transformación de tal magnitud, resulta imprescindible repensar el modelo económico que sustenta la prestación del servicio de transporte urbano.
En términos generales, existen dos enfoques económicos predominantes para organizar un servicio público —entre ellos el de transporte—: el modelo de demanda y el modelo de costos. El primero establece que los ingresos de los operadores dependen directamente del número de pasajeros que logren transportar. Si bien se argumenta que este enfoque incentiva la eficiencia operativa individual, en contextos no regulados, también fomenta prácticas desleales y riesgosas, generando señales que promueven una optimización individual en detrimento del bienestar colectivo. Por el contrario, el modelo de costos se basa en una lógica de remuneración que reconoce las inversiones en flota, así como la cobertura de los costos operativos y de mantenimiento, independientemente de la demanda. Si un operador de bus tiene garantizado el pago periódico que incluye el repago de su inversión y los costos asociados a la operación y mantenimiento de su unidad, no tiene incentivos para disputar pasajeros con otros operadores. De este modo, el administrador del sistema de transporte urbano puede establecer condiciones precisas al operador respecto a las características de la unidad, la frecuencia y el horario de paso por cada paradero, así como los estándares de calidad del servicio; en suma, todos los atributos deseables del transporte público. El operador cumplirá con las exigencias establecidas, ya que cuenta con la seguridad del pago por su inversión y por sus costos de operación.
El modelo de costos descrito es el que actualmente se aplica en las líneas de metro, específicamente en la Línea 2 (L2) y la Línea 1 (L1). En el caso de la L2, el operador recibe un pago fijo durante 15 años por las inversiones realizadas[4], además de la cobertura de los costos de operación y mantenimiento. La L1, por su parte, opera mediante un esquema de remuneración fija por kilómetro recorrido (PKT), garantizado contractualmente, que cubre tanto las inversiones en infraestructura y material rodante como los costos operativos y de mantenimiento[5]. Estos pagos se efectúan independientemente de la demanda, la cual solo incide marginalmente en los costos adicionales asociados a solicitudes de recorridos que excedan los kilómetros previamente acordados. Lo que se propone, entonces, es que el sistema de transporte urbano en su conjunto sea administrado bajo un modelo similar al de los metros, considerando que, en términos de capacidad y extensión, una unidad de metro es comparable a un bus.
Este modelo, que sustenta la operatividad de los sistemas de transporte urbano que han reformado la estructura de prestación de sus servicios, requiere de una institucionalidad sólida, planificación integrada y mecanismos de fiscalización y financiamiento sostenibles. En particular, permite desvincular los ingresos de los operadores de la competencia directa por pasajeros, lo cual resulta fundamental para estructurar: redes de transporte, promover la inclusión social; y garantizar estándares mínimos de calidad, incluso en zonas con baja rentabilidad comercial. Así, la elección del modelo económico no es solo una cuestión técnica, sino una decisión estratégica que debe alinearse con los objetivos de política pública en materia de movilidad urbana sostenible, equidad y desarrollo urbano. Su funcionamiento puede describirse a través de las siguientes características:
Recaudación centralizada e independiente. Se debe implementar un sistema de recaudo único para toda la ciudad, sin intervención de los operadores de buses. Este sistema podría desarrollarse en fases, interviniendo progresivamente las rutas hasta cubrir la totalidad del sistema. A partir de la recaudación centralizada, se establecerán cuentas de pago para los distintos operadores.
Sistema de pago a los operadores. Los operadores recibirán pagos mensuales compuestos por:
Como se observa, este esquema de pagos es independiente de la demanda de pasajeros y se basa en la disponibilidad del servicio dentro de los parámetros definidos por un sistema centralizado de gestión.
Los operadores de transporte urbano. En este esquema, los operadores pueden ser personas o empresas que cuenten con capital suficiente para adquirir una flota —pequeña o grande— financiada parcialmente con deuda. Su rol no se asocia a la propiedad de una ruta, sino a la disponibilidad de sus unidades según las condiciones que establezca la autoridad, como:
i. Proveer unidades que cumplan los requisitos técnicos exigidos.
ii. Operar con la frecuencia, calidad y rutas definidas por la autoridad.
iii. Aceptar la reasignación de rutas, sin perjuicio económico, dado que sus pagos están garantizados.
En suma, el modelo de costos propuesto para el transporte urbano establece un sistema de recaudación centralizada y pagos garantizados a operadores independientemente de la demanda de pasajeros, siguiendo el esquema operativo de las líneas de metro L1 y L2. Este modelo incluye pagos por inversión y operación, garantía estatal, flexibilidad para reasignación de rutas, estandarización de flotas y mecanismos de cofinanciamiento contingente. La propuesta busca proyectar autosostenibilidad financiera con las tarifas actuales, facilitar la participación de operadores mediante esquemas de financiamiento estructurado, y permitir la transición ordenada hacia sistemas masivos de mayor capacidad cuando la demanda lo justifique.
[1] Un informe del International Transport Forum de la OCDE en 2025 indica que el transporte informal —o paratránsito— sigue siendo el principal medio de desplazamiento en muchas ciudades en desarrollo, especialmente en tamaño pequeño y mediano.
[2] El mismo informe señala que su carácter no planeado genera congestión, contaminación, riesgos de seguridad y paralelamente, su integración en planificación sigue siendo “poco explorada”.
[3] OECD/ITF (2022), Competition and Regulation in the Provision of Local Transportation Services, Capítulo 4.
[4] “El concesionario adquirirá el derecho a recibir la Retribución por Inversión (RPI), consistente en pagos trimestrales durante quince (15) años contados a partir del inicio de la Explotación de la Segunda Etapa, por las inversiones realizadas que no fueron cubiertas con fondos de cofinanciamiento”
En Contrato de Concesión del Proyecto “…Línea 2 y Ramal Av. Faucett – Av. Gambetta…” (ProInversión/OSITRAN, 2013), Cláusula 10.13.
[5] “De acuerdo a la cláusula 10.1 del Contrato de Concesión, el Concedente garantiza al Concesionario un número de kilómetros de recorrido anuales durante la explotación de la Concesión, para lo cual el Concedente pagará al Concesionario un Pago por Kilómetro Tren Recorrido (PKT).” En Informe de Desempeño (Ositran, 2017)
[6] De acuerdo con Bravo (2016) este sistema RPI “incluye tanto el pago de la deuda al acreedor, así como el reconocimiento del costo de oportunidad de la inversión realizada por el Concesionario”.
[7] Ministerio de Energía y Minas del Perú, “MINEM: Programa Ahorro GNV logra conversión de 400 buses a Gas Natural Vehicular”, Plataforma del Estado Peruano, 2024.
Referencias Bibliográficas
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