Más allá de cumplir con los objetivos: la importancia de atender las percepciones

Más allá de cumplir con los objetivos: la importancia de atender las percepciones

Jhonnatan Horna, profesor del área de Operaciones y Tecnologías de la Información de ESAN, explicó en Gestión la diferencia entre cumplir con los objetivos en un proyecto y lograr que estos sean reconocidos como generadores de valor. También señaló la importancia de gestionar las percepciones de los skakeholders para asegurar una mayor satisfacción.

Compartir en: FACEBOOK LINKEDIN TWITTER WHATSAPP

Una vez, al finalizar un gran proyecto, todo el equipo celebraba con entusiasmo. Habíamos cumplido con los plazos, respetado el presupuesto y alcanzado todos los objetivos. Sin embargo, al momento de la presentación, el cliente apenas esbozó una sonrisa. No había entusiasmo, ni palabras de reconocimiento. Tras semanas de trabajo impecable, su reacción me desconcertó. Fue entonces cuando comprendí una lección que transformaría mi forma de liderar: no basta con hacer bien el trabajo si no se gestionan las percepciones. Habíamos gestionado el proyecto, sí, pero no habíamos gestionado la percepción del proyecto.

En el mundo de la gestión de proyectos, la percepción puede pesar tanto como la ejecución. Y, aunque a menudo los gerentes de proyectos son formados para manejar cronogramas, presupuestos y riesgos, muy pocos prestan atención al arte de leer el lenguaje silencioso de los stakeholders. Ese detalle que no está en el acta de constitución, pero que puede tirar por la borda un proyecto perfecto.

La diferencia entre “cumplido” y “reconocido”

En teoría, lo hicimos todo bien. En la práctica, no conectamos emocionalmente con los stakeholders, no supimos leer sus expectativas cambiantes, ni comunicar lo que estábamos logrando de forma que les importara. ¿El resultado? Una sensación tibia de “cumplieron, pero…”.

En mi experiencia, los proyectos no se evalúan solo con KPIs, sino también con la percepción que generan en quienes importan. Puedes tener el mejor Gantt del mundo, pero si los beneficiarios no ven valor, o peor, no sienten valor… entonces el éxito queda a medias. Así de humano. Así de real. Puedes tener todos los entregables listos y aun así recibir críticas. ¿Por qué? Porque no basta con cumplir, hay que comunicar bien el cumplimiento, construir confianza durante el proceso y adaptar el discurso según cada público. A veces creemos que “los resultados hablan por sí solos”, pero no siempre lo hacen, al menos no en el idioma que entienden los stakeholders.

¿Cómo se gestiona la percepción?

Para mí, todo parte de algo básico: escuchar activamente. ¿Qué valoran? ¿Qué temen? ¿Qué les entusiasma? No es lo mismo hablar con un director financiero que con un usuario final. Y tampoco basta con comunicar avances. Hay que mostrar impacto, traducir los datos a historias que conecten con sus intereses. Es casi como hacer marketing emocional del proyecto, claramente sin exagerar.

Gestionar percepciones no es vender humo. Es construir una experiencia coherente, informada y empática para cada grupo de interés. Implica tener conversaciones difíciles, anticipar reacciones, ajustar el discurso según el interlocutor y, sobre todo, hacer visibles los logros antes de que sea demasiado tarde.

Yo lo resumo así: no basta con que el proyecto sea bueno, tiene que parecerlo. Y para eso, hay que comunicar valor constantemente. No en Power Points llenos de gráficos, sino en lenguaje humano. Explicando el impacto real, con historias, con ejemplos, con cercanía.

Otra buena práctica que aplico desde hace tiempo es celebrar hitos pequeños con cada grupo. Nada de esperar hasta el final. Cada entrega intermedia es una oportunidad para reforzar la narrativa del éxito y alinear expectativas antes de que se descarrilen.

La percepción también se diseña

No se trata de manipular, sino de ser intencional con la experiencia que vive cada stakeholder durante el proyecto. Es diseñar una historia de valor que tenga coherencia, fluidez y sobre todo conexión humana. A veces eso significa ser transparente cuando algo no va bien, y mostrar el plan para resolverlo. Otras veces, es solo estar presente y saber escuchar.

Desde aquel proyecto, cambié mi forma de liderar. Hoy no solo construyo entregables. También diseño relatos. Preparo tanto el cronograma como la narrativa de valor. Me esfuerzo por entender qué significa “éxito” para cada stakeholder. Porque si no lo defino con ellos, alguien más lo hará y puede que no sea una versión que me favorezca.

Aplico algo simple pero potente: escuchar, comunicar, alinear y adaptar. No se trata de hacer magia, sino de estar presente en lo que realmente importa. La percepción se puede trabajar, se puede medir y se puede alinear. Es así como he aprendido que, si no diseño esa experiencia, alguien más lo hará por mí. Y no siempre será una versión justa o informada. Porque, “si no defines tú lo que es el éxito, alguien más lo hará”. Y puede que no te guste.

Entre la percepción y la realidad, gana quien sabe gestionarlas

Desde que entendí esto, cambié mi enfoque. No solo gestiono tareas. Gestiono relaciones, emociones, expectativas. Aprendí a preparar tanto los informes como las reuniones con intención, a leer entre líneas en cada conversación y, sobre todo, a no subestimar el poder de cómo se sienten las personas con lo que estamos construyendo. Porque al final, un proyecto exitoso no solo se entrega, también se siente como éxito. El verdadero éxito de un proyecto ocurre cuando lo técnico y lo humano se encuentran. Cuando el cronograma se cumple y el cliente sonríe. Cuando entregamos valor y lo hacemos sentir. Cuando no solo ejecutamos, sino que conectamos.

Lee la nota completa aquí