Las lecciones del último Premio Nobel de Economía: ¿Por qué la resistencia a la innovación lleva al fracaso?

Las lecciones del último Premio Nobel de Economía: ¿Por qué la resistencia a la innovación lleva al fracaso?

Carlos Aguirre, profesor de los Programas del área de Finanzas de ESAN, advirtió en su más reciente artículo para Infobae que la resistencia a la innovación y la protección de modelos obsoletos conducen al estancamiento y al fracaso. Destacó que aceptar la “destrucción creativa” y el cambio es indispensable para garantizar el crecimiento económico y la competitividad.

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En muchos sectores económicos, en especial en contextos tradicionales, es frecuente observar resistencias ante la llegada de innovaciones disruptivas, sobre todo en el ámbito digital. A menudo, la reacción predominante es proteger el modelo de negocio vigente mediante barreras regulatorias o estrategias defensivas, muchas veces a través del cabildeo o lobby, y convertir a los empresarios en meros mercantilistas. Así, se mengua la innovación, la competencia y, por último, el crecimiento económico. Ni siquiera se cuestiona si estos avances tecnológicos revelan una posible obsolescencia de sus productos o servicios o del modelo de negocio existente. La mala noticia es que, al final, estas empresas serán rebasadas y sacadas del mercado por productos, servicios o modelos de negocio innovadores.

Este deseo de proteger el modelo vigente explica, en parte, la situación actual de lo que antaño fue Telefónica del Perú. Por muchos años, estuvo acostumbrada a tener el monopolio de la telefonía fija (en su momento, el principal negocio) y no tenía, o no había desarrollado, una cultura orientada hacia la innovación y la competición. Otro ejemplo es Europa, que ha regulado en exceso su economía a tal punto que su crecimiento actual es casi del cero por ciento.

Es en este contexto que se ha otorgado el Premio Nobel de Economía 2025 a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt por sus contribuciones decisivas a la comprensión del crecimiento económico impulsado por el progreso tecnológico y científico. Además, ofrecen un diagnóstico fundamental para entender las dificultades que enfrentan diversas economías, en particular aquellas con modelos económicos que han mostrado signos de estancamiento.

Para Joel Mokyr, es importante diferenciar entre el conocimiento de las innovaciones que funcionan y la comprensión de las razones profundas por las que estos avances tecnológicos impulsan el progreso económico. El desarrollo de un conocimiento sistemático y acumulativo permitiría, por fin, que el progreso tecnológico se sostuviera y acelerara, lo que viabilizaría una mejora cualitativa y cuantitativa de la productividad, tasas más altas de crecimiento y mayor generación de empleo.

Por su parte, Philippe Aghion y Peter Howitt desarrollaron el modelo de destrucción creativa, que describen como el crecimiento económico surgido a partir del reemplazo constante de tecnologías y empresas obsoletas por innovaciones superiores. Este proceso es dinámico y dual: constructivo al generar nuevos productos y servicios, pero destructivo al eliminar prácticas y actores anteriores.

No obstante, este fenómeno genera tensiones sociales y económicas, dado que los actores establecidos tienden a resistir el cambio para proteger sus intereses, lo que puede bloquear el progreso. Ello implica que, muchas veces, los dueños de empresas, directores y gerentes bloquean o posponen innovaciones por miedo al cambio o a lo desconocido. Les gusta mantener la sensación de control y una tecnología nueva que muchas veces no terminan de entender, los pone incómodos. Tampoco están dispuestos a desaprender, reaprender y adaptarse a lo nuevo. ¿Por qué dejarían de hacer lo que siempre han hecho y los ha traído hasta aquí?

Esta dinámica es relevante en particular para economías como las de América Latina, donde la concentración de poder económico y la influencia política han promovido estructuras que, en muchos casos, actúan como barreras a la innovación. En ocasiones, también es vista como una amenaza, más que como una oportunidad. Por ello, las inversiones en investigación y desarrollo en esta región son mucho menores que en economías desarrolladas.

Como argumenta Mokyr, las sociedades prosperan cuando mantienen una apertura al cambio y al cuestionamiento de los paradigmas establecidos. Sin embargo, esta apertura es limitada cuando los actores económicos priorizan la estabilidad y la protección del legado sobre la renovación y la experimentación.

El trabajo de Aghion y Howitt subraya que bloquear el proceso de destrucción creativa no preserva la competitividad ni el empleo a largo plazo, sino que conduce a economías menos dinámicas y productivas. América Latina, con empresas líderes que han permanecido en posiciones dominantes por décadas, ejemplifica esta situación, ya que la falta de renovación ha conducido a un crecimiento económico lento y una fuga de talento hacia mercados más innovadores.

Este contexto invita a una reflexión profunda. Para avanzar, es fundamental cuestionar los modelos económicos tradicionales, fomentar la inversión en conocimiento y aceptar el cambio como un motor indispensable para el desarrollo sostenible. Es esencial comprender no solo qué innovaciones funcionan, sino también por qué funcionan, para diseñar políticas y estrategias que promuevan un crecimiento económico dinámico y equitativo.

Como concluyó el comité de los Premios Nobel, el crecimiento económico no puede darse por supuesto: es necesario apoyar los mecanismos que permiten la destrucción creativa para evitar caer en el estancamiento. Esta lección es urgente, sobre todo para las economías que buscan superar desafíos estructurales y posicionarse en un contexto global en constante transformación. Lo que nos ha traído hasta aquí no necesariamente nos llevará hacia dónde queremos ir. Esto último es cierto tanto para las empresas como para la economía en general.

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