Otto Regalado, docente del MBA y jefe del área académica de Marketing de ESAN, cuestionó en Gestión si el nuevo aeropuerto Jorge Chávez cuenta con protocolos de seguridad para emergencias, señalando que su enfoque en confort y estética contrasta con la falta de señalización clara de rutas de evacuación y planes de contingencia. Advirtió que, sin un mando unificado ante crisis ni simulacros periódicos, este proyecto emblemático podría poner en riesgo a los usuarios.
¿Qué sucedería si mañana se presentara una emergencia en el recién inaugurado aeropuerto internacional Jorge Chávez? Por ejemplo, un incendio de un vehículo en la playa de estacionamiento (como ya ocurrió a fines de febrero) o un accidente de combustible producto de la recarga de aviones. ¿Hay un protocolo definido, público y verificado que garantice una respuesta rápida, organizada y eficiente?
Desde que comenzó su funcionamiento el 15 de mayo de 2025 por medio de una marcha blanca, la nueva infraestructura aeroportuaria ha sido reconocida como un proyecto contemporáneo, eficaz y con gran impacto. Sin embargo, tras esta apariencia tecnológica y moderna, comienzan a emerger interrogantes razonables acerca de lo fundamental: la seguridad en las operaciones.
El aeropuerto internacional Jorge Chávez es la principal puerta de entrada al país. Y si esa puerta carece de planes de emergencia claramente definidos, comunicados y ensayados, la experiencia del usuario, independientemente de su sofisticación, se ve amenazada. Por ello, este artículo examina de manera crítica la importancia de transparentar los protocolos internos de seguridad visibles en el nuevo Jorge Chávez, dado que la imagen turística del Perú puede verse afectada.
La marcha blanca del nuevo Jorge Chávez ha sido un hito esperado durante años y que se retrasó por diversas razones. Con más de 210 mil metros cuadrados distribuidos en tres niveles, áreas comerciales, counters automatizados y zonas de descanso, el aeropuerto representa una evolución importante en términos de experiencia del viajero. Pero lo visible no siempre es lo más importante.
Una de las principales preocupaciones en torno al principal terminal aéreo del país no está en lo arquitectónico, sino en lo funcional: ¿están listos los protocolos de seguridad? ¿Se ha capacitado a todo el personal ante escenarios críticos? ¿Existe un mando unificado que tome decisiones ante un incidente grave?
Un aeropuerto internacional necesita más que una adecuada señalización y mostradores que brillen. Debe tener protocolos de seguridad internos diseñados para lidiar desde incendios y derrumbes hasta amenazas de bomba o ataques. Y esos protocolos no solo deben tener lugar en un manual, deben ser operativos, reconocidos por todos los empleados y transmitidos al público en un lenguaje comprensible.
Actualmente, no existe información pública específica acerca de cómo se respondería a una situación de emergencia en el nuevo Jorge Chávez: rutas de evacuación, lugares de reunión, roles de atención ni los medios de comunicación en situaciones de crisis interna.
Los reportajes que se han hecho hasta el momento en diferentes medios sobre la distribución de servicios en los distintos pisos del nuevo aeropuerto dejan clara una prioridad: el confort del usuario. Restaurantes, tiendas, zonas de embarque, salas VIP. Todo parece estar orientado a ofrecer una experiencia placentera. Pero ¿qué pasa con la dimensión de la seguridad?
En una primera visita al nuevo terminal no es fácil identificar zonas seguras, rutas de evacuación claramente señalizadas, personal visible con entrenamiento en primeros auxilios o contingencias. La señalética en temas de seguridad es escasa, o poco visible, para el pasajero común. Es como si se hubiera construido una catedral para el confort, pero sin salidas de emergencia claramente rotuladas. Este desequilibrio entre forma y fondo es peligroso. Un aeropuerto no puede priorizar lo estético sobre lo funcional, ni la experiencia sobre la prevención.
El aeropuerto no es exclusivo de LAP. En él coexisten diversos actores: Policía Nacional de Perú, Migraciones, Aduanas, líneas aéreas, seguridad privada, personal de limpieza, entre otros. Cada uno con protocolos diferentes, distintos grados de formación y jerarquías diferentes.
¿Quién asume el mando si se presenta una amenaza de bomba o un tiroteo? ¿Qué se expresa en menos de cinco minutos? ¿De qué manera se previene la fragmentación en las decisiones? Sin un liderazgo operativo bien establecido, una situación de emergencia puede transformarse en desorden.
En el sector turístico, la percepción es fundamental. Un aeropuerto sin protocolos visibles proyecta una percepción de improvisación. Y esto impacta en la confianza del pasajero, particularmente en mercados de gran valor como el europeo, el estadounidense o el asiático.
Además, en épocas donde la seguridad sanitaria, digital y física son de igual relevancia, un aeropuerto sin una comunicación clara acerca de los protocolos de emergencia puede transformarse en un motivo para no regresar o no recomendar.
Algunas medidas que deberían llevarse a cabo para transmitir una mayor seguridad y tranquilidad son:
Estas recomendaciones son hechas a raíz de la escasa información sobre la seguridad del aeropuerto, el mismo que representa un avance significativo para la conectividad aérea de Perú. Sin embargo, si aspiramos a que esta obra sea recordada como un avance de calidad, y no como una ocasión desperdiciada, debemos demandar que la seguridad sea un componente esencial del proyecto, no un añadido posterior.
Un aeropuerto de primer nivel no solo debe contar con tecnología, salones VIP o una arquitectura imponente. Debe poseer sistemas de seguridad robustos, protocolos fácilmente identificables por cada uno de los actores que trabajan en él, así como de fácil acceso para los pasajeros y el público en general.
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