La nueva cara del poder digital: Economía sin clics

La nueva cara del poder digital: Economía sin clics

El profesor de los programas de Finanzas de ESAN, Luis Mendiola, escribió en Gestión sobre cómo la economía digital se transforma con el auge de la “zero-click economy”, un entorno donde las plataformas concentran el valor sin generar clics externos, afectando la visibilidad, sostenibilidad y estrategia de marcas, medios y negocios que dependen de la atención del usuario.

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En la economía digital, cada clic cuenta, pero, cada vez, cuentan menos. La llamada zero-click economy no es una tendencia efímera, sino una reconfiguración estructural del modo en que fluye la información… y el dinero. Ocurre cuando el usuario obtiene la respuesta que busca sin abandonar la plataforma: sin visitar un sitio externo, sin seguir enlaces, sin premiar al creador del contenido. Google responde desde la misma barra de búsqueda. TikTok entrega el resumen. Meta completa la historia. Nadie sale del sitio web; todos se quedan, y eso tiene consecuencias.

Lo que está en juego no es solo visibilidad, sino poder económico. Las grandes plataformas (Alphabet, Meta, Amazon, TikTok) ya no son solo medios de acceso: se han convertido en destino final. Logran concentrar atención, dominan los algoritmos y manejan los márgenes. El resultado: un ecosistema que favorece la captura interna del valor y deja fuera a quienes antes sobrevivían de ese clic que ahora ya no ocurre.

Las cifras no mienten. Según Semrush (2024), más del 57 % de las búsquedas desde computadoras, y más del 77 % desde móviles, no generan clic alguno hacia sitios externos. En otras palabras, la mayoría de los usuarios encuentra lo que necesita sin salir del entorno que controla la plataforma. Para quien publica contenido, vende productos o intenta posicionarse, ese es un problema serio. Ya no basta con ser encontrado. Hay que ser citado, resumido o replicado por la propia plataforma… y con suerte.

Desde una perspectiva financiera, esto cambia las reglas. Las marcas deben gastar más para alcanzar menos. El CAC (costo de adquisición de cliente) sube. El ROI de las estrategias orgánicas baja. Las barreras de entrada para nuevos competidores crecen, no porque no tengan buenas ideas, sino porque no tienen exposición. Y el capital fluye, como siempre, hacia donde hay más eficiencia… y más datos.

Aquí no se trata de llorar sobre el algoritmo derramado. Se trata de entender que este nuevo orden concentra la renta informacional en menos manos. Las plataformas tienen más control, más tiempo de permanencia, más oportunidades de monetización. La inversión en publicidad se recicla dentro de sus propios ecosistemas. Y los márgenes se sostienen, o incluso crecen, sin necesidad de compartir el valor generado.

Lo curioso es que, para el usuario, esto puede parecer eficiencia. Y, en parte, lo es. ¿Por qué hacer clic si ya tengo la respuesta? ¿Por qué leer un artículo completo si Google me muestra el fragmento relevante? Pero, para los actores que viven de ese clic —medios, creadores, pymes—, este modelo erosiona la sostenibilidad económica. Menos visitas significan menos impresiones, menos leads, menos ventas. A mediano plazo, menos competencia real.

Desde el lado de los negocios, esto obliga a un cambio de estrategia. Bain & Company (2023) señala que el marketing tradicional pierde tracción. El enfoque ya no puede ser solo atraer clics, sino construir autoridad que sobreviva a la intermediación algorítmica. ¿Cómo? Estando presente en las respuestas automáticas, en las recomendaciones generadas por IA, en las menciones que el usuario retiene, aunque nunca haga clic.

Y este nuevo orden trae también riesgos. No solo estratégicos, sino de seguridad. El concepto de zero click también aparece en ciberseguridad: ataques que no requieren ninguna interacción del usuario para ejecutarse. No hacen falta correos engañosos ni clics descuidados. Basta con estar. Esa pasividad, llevada al extremo, revela un patrón: un entorno cada vez más opaco, más controlado, más asimétrico.

El panorama no es apocalíptico, pero sí incómodo. Las empresas deben repensar su modelo de visibilidad. Dejar de medir solo lo que se puede contar con clics y empezar a valorar lo que influye sin dejar rastro. ¿Qué contenido genera confianza, aunque no sea leído entero? ¿Qué marca se impone en la mente sin que el usuario lo sepa? En este nuevo contexto, lo importante no siempre es lo visible. Y lo que no se cliquea, puede decidir el futuro del negocio.

Referencias

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