Otto Regalado, docente del MBA y jefe del área académica de Marketing de ESAN, se expresó en Infobae sobre la necesidad de una mejora en la fomentación de talento en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas en el Perú.
Perú enfrenta un serio desafío en la formación de talento en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. De acuerdo con el III Informe Bienal de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria de 2022, tan solo el 29% de los estudiantes de pregrado en ingeniería y tecnología en el país son mujeres.
A nivel académico y profesional, la cifra es similar e igual de preocupante: apenas el 33% de investigadores peruanos es mujer, de acuerdo con cifras de Concytec. Aquí sí es oportuno mencionar que en los últimos años la participación de la mujer científica creció de 31.9% en 2016 a 33.3% para el 2025 según el registro de Concytec, pero a nivel regional nos ubicamos en el sótano, dado que el promedio latinoamericano alcanza el 45.7%.
Estas cifras son una alerta roja que nos muestra la urgencia por fortalecer las carreras STEM (acrónimo que hace referencia a las disciplinas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) desde las instituciones educativas superiores, pero también desde el diseño de políticas educativas públicas.
Discutir la promoción de las profesiones STEM no debe ser confundido con el lanzamiento de programas de promoción, que forma parte de la estrategia comercial de una universidad. Distribuir folletos, coordinar exposiciones esporádicas o promover campañas sin continuidad no produce un impacto sostenible. A pesar de las aparentes buenas intenciones, estas propuestas no modifican la realidad educativa si no se complementan con una estrategia institucional, recursos constantes y una coordinación con los actores principales del ecosistema de producción y ciencia.
No se considera una promoción auténtica cuando se impulsa una carrera STEM sin asegurar las condiciones idóneas para el aprendizaje: facilidades de financiamiento para este tipo de carreras que bien pueden incluir becas a la excelencia académica en estudiantes de bajos recursos, laboratorios dotados, docentes cualificados, acceso a programas especializados, prácticas profesionales en compañías de tecnología o estímulos para la investigación. Sin estos componentes, la motivación inicial para cursar una carrera en STEM puede transformarse en frustración y abandonos.
Habiendo señalado qué acciones no involucran un verdadero fomento de las carreras STEM, quisiera compartir cuatro maneras en las cuales las universidades pueden contribuir con el mayor deseo de estudiar en la población femenina, carreras vinculadas a la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas.
Establecer ecosistemas de investigación y desarrollo
Desde los primeros años, las universidades deben incorporar a los alumnos en proyectos auténticos de investigación. Esto conlleva contar con infraestructura y recursos para el establecimiento de laboratorios especializados en campos como las energías renovables, la ingeniería robótica, la inteligencia artificial (IA), entre otros. Un caso específico para destacar es el Grupo de Bioingeniería (GBI), que permite que estudiantes de dicha casa de estudios participen en proyectos que tienen un impacto en la salud pública y el medio ambiente.
Además, es crucial fomentar la participación en competencias de investigación financiadas y definir métricas de producción científica estudiantil: trabajos de investigación, patentes, poster y asistencia a congresos. Esto robustece la cultura STEM desde el inicio y potencia la posibilidad de empleo en áreas muy especializadas.
Vínculo real entre la academia y el sector industrial
No es posible hablar de capacitación STEM sin una relación eficaz con las compañías que funcionan en estos campos. Es necesario que las universidades establezcan alianzas con empresas de tecnología, energía, minería o agroindustria para proporcionar prácticas, visitas técnicas y proyectos de innovación conjunta.
Implementar programas de mentoría y guía profesional STEM
Los jóvenes requieren de referentes y modelos auténticos que les demuestren que una profesión STEM es realizable y de gran valor. Las universidades tienen la posibilidad de establecer programas de mentoría que se implementen en los colegios y en donde egresados exitosos, investigadores y expertos en áreas STEM puedan guiar a los alumnos interesados en estas disciplinas a animarse a estudiarlas.
Además, pueden potenciar la guía vocacional con exámenes psicotécnicos particulares, consejos personalizados y seminarios o actividades centradas en profesiones de ciencia y tecnología.
Inclusión de certificaciones y recursos digitales avanzados.
Un alumno de ingeniería o de ciencias no puede graduarse sin tener un conocimiento de herramientas como Python, R, AutoCAD, Matlab, Tableau o lenguajes de programación como JavaScript y SQL. Es responsabilidad de las universidades garantizar el acceso a estas plataformas desde el primer año y verificar las competencias con certificaciones reconocidas a nivel internacional.
Por lo tanto, una carrera STEM no solo prepara para el grado, sino también para la posibilidad de empleo inmediato. Actualmente, ya hay universidades que han establecido un modelo de estudios que incorpora microcredenciales o certificaciones en el currículo oficial.
Si queremos que nuestro país acelere su desarrollo considerando las enormes brechas que afrontamos, es ineludible la transición hacia una economía fundamentada en el saber. Los países que encabezan las clasificaciones de competitividad e innovación son los que hacen una inversión significativa en capital humano de las áreas STEM. Perú no puede continuar apoyándose en los recursos naturales si busca un crecimiento sostenido y disminuir sus desigualdades sociales.
Es en este contexto donde urge promover las profesiones STEM, lo que implica contar con más investigadores que generen más soluciones a problemáticas empresariales y sociales reales, más científicos de datos que contribuyan a la toma de decisiones públicas fundamentadas en pruebas, entre otros. Asimismo, se requiere de una población más capacitada para afrontar los desafíos de la IA, la fragilidad climática y pérdida de ecosistemas, y la digitalización.
Para finalizar este artículo, es importante señalar que la auténtica promoción de las profesiones STEM no puede formar parte de una moda o reducirse a una campaña comercial; debe representar una estrategia nacional para la mejora del país y en la cual las universidades, y organizaciones educativas en general, puedan unirse para trabajar de manera coordinada.
Si aspiramos a un país con industrias más competitivas, servicios públicos más eficaces y una economía que no dependa de actividades extractivas, es necesario capacitar desde el presente a los ingenieros, científicos y tecnólogos del futuro. La educación superior posee la capacidad de edificar ese futuro, pero se necesita que se sitúe al alumno en el núcleo de un ecosistema que fomenta la ciencia, la tecnología y la innovación.
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