Muchos ejecutivos únicamente miden su triunfo por su salario, su cargo, el tamaño de su empresa y el valor de su auto o su casa. Nadie debería negar que estos importantes logros sean parte vital de lo que deseamos. Sin embargo, sacrificar totalmente la vida personal por el progreso económico y profesional genera muchas patologías que van desde estrés, problemas coronarios, alcoholismo, divorcios, hijos con trastornos de conducta, y hasta suicidios de ejecutivos que parecían tenerlo todo.
Aunque nos autojustifiquemos diciendo que es solo una etapa, y que más adelante ya gozaremos de sus frutos, la evidencia prueba que ese momento no llega nunca o que, cuando llega, ya es demasiado tarde. Por ello, disfrutar del presente y crecer en todas las demás dimensiones no es suna opción: es una necesidad imprescindible. Tanto o más importante que lo económico es lo familiar, lo emocional, lo espiritual y lo humano. Y todo ello puede esperar hasta mañana. Y lo digo yo, que debería ser el primero en tomar en cuenta estas sabias palabras.
Pero el problema con obsesionarse solo con el éxito económico y profesional no termina allí. Hay un importante ángulo adicional que debemos considerar. Nada es más placentero y dulce que el éxito: genera una serie de agradables reacciones que llenan nuestra sangre de endorfinas. El ejecutivo exitoso sonríe satisfecho, luce más atractivo y su actitud general mejora al ver que se incrementan sus probabilidades de seguir siendo triunfador.
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Fuente: Aptitus.