Hay frases o imágenes que me abstraen. Escuché en la reciente emisión del CADE2024 la siguiente: “sin seguridad no hay confianza, y sin confianza no hay prosperidad”. Me quedé en modo avión por un momento. Sentía que algo faltaba ¿Debíamos sentirnos seguros para confiar?  ¿Faltaría tanto por hacer para que seamos prósperos? ¿Acaso no lo somos ya y no nos damos cuenta? ¿Cuál es aquella seguridad que detona todo lo demás?

Compartí este rumiar con dos personas. Una de ellas respondió: “sin seguridad en uno mismo no hay confianza, y sin confianza puede haber dinero, pero no prosperidad”. Esta versión 2.0 propone que cuando una persona siente seguridad en sí misma, se siente capaz de enfrentar desafíos, tomar decisiones y asumir riesgos. La confianza es el resultado de la seguridad en uno mismo. Una persona que se siente segura es más propensa a confiar en sus habilidades y en su juicio. Sin confianza, es difícil establecer relaciones sólidas, liderar equipos o innovar en un entorno laboral.

Una persona puede tener dinero, pero si carece de confianza y seguridad en sí misma es probable que no logre disfrutar de ese dinero ni utilizarlo de manera efectiva para alcanzar sus metas y sueños. La seguridad y la confianza contribuyen a un estado mental y emocional saludable, lo que a su vez fomenta un entorno propicio para el crecimiento personal y profesional. Sin confianza, aunque se pueda tener dinero, la prosperidad real se ve comprometida. La verdadera riqueza se encuentra en la capacidad de disfrutar de la vida, establecer relaciones significativas y perseguir sueños y metas con determinación. Cultivar la seguridad y confianza en uno mismo es esencial para alcanzar una vida plena y próspera.

La otra respuesta explicaba la confianza como una flor y para que pueda florecer, necesitaba de un espacio seguro; y si hay confianza todo avanza mucho mejor en los equipos, en las relaciones. Pero, ¿qué pasa cuando la persona líder no siente seguridad en sí misma? Va a ser imposible que esa confianza surja. Es ahí donde abrimos paso a la inteligencia espiritual, aquella que me permite entender que como ser, puedo crear internamente un espacio seguro y puedo acceder al cambio cualitativo para fortalecer la autoconfianza, la confianza en la vida y en los demás. 

El primer espacio seguro para que la confianza pueda florecer dentro de mí, está en mi mente, y con mis sentimientos y emociones. Cuando el ser va sosteniendo esta capacidad de crear espacios seguros y una sensación de confianza se produce un cambio cualitativo. Para comprender el cambio cualitativo, recordemos la analogía de la flor; imaginemos la confianza como una rosa que crece en el exterior y necesita estiércol; absorbe del abono -algo feo, oscuro, no tan agradable- los componentes que la hace propagar un aroma agradable. Cuando creo confianza dentro de mí puedo acceder a este mecanismo de cambio cualitativo que hace que todos los entornos desafiantes, me permitan crecer porque tengo la capacidad de transformar con una perspectiva clara. La prosperidad es consecuencia de todo ello, tiene como una de sus bases la constancia. Alguien que tiene dinero no es necesariamente próspero. Es la constancia en sus relaciones con los demás, en la buena administración del dinero, en el flujo del retorno que genera, y la sensación de contentamiento. Puede ser que no tenga muchos recursos, pero me siento contento con mi vida. Si accedo a esta capacidad de crear confianza desde la inteligencia espiritual naturalmente habrá un espacio seguro, lo cual me permitirá transformar las situaciones, utilizar el mecanismo del cambio cualitativo, e intuitivamente me haré constante en mi ánimo, en mi percepción, en mi fortaleza y eso me permitirá ser más próspero a nivel de relaciones con otros, a nivel de riqueza física, pero también a nivel de contentamiento conmigo mismo.

Dos reflexiones que nos invitan ir a un siguiente nivel. A cada un@ le resonará alguna en especial. Ambas coinciden y parten de la persona. Deseamos un país próspero, pero poco escuchamos de acciones que impacten constructivamente a las personas, en la renovación de sus vínculos y un disfrute por la vida que no esté medido por la cantidad de dinero que poseas. Surgen nuevos indicadores que podemos incluir en nuestro ecosistema de negocios, en nuestro lenguaje, y en el reconocimiento que podemos sanar nuestro entorno partiendo de uno mismo.

Gracias Mónica Castañeda experta en autoconocimiento, desarrollo humano y educación emocional, y Nicola Flores, docente, facilitador y coach profesional por compartir sus valiosas miradas (la primera y segunda respectivamente).