Carlos Aguirre, profesor de los Programas del área de Finanzas de ESAN, alertó en su más reciente columna en Gestión, que la economía de EE.UU. muestra señales de riesgo por su alto déficit fiscal (6.4% del PBI) y deuda récord (121.9% del PBI). Estos desequilibrios, similares a los que provocaron crisis en países emergentes, exigirían correcciones inmediatas para evitar un colapso económico.
En años recientes, la economía de Estados Unidos ha emitido señales de advertencia que no son ignoradas por los analistas a nivel global. El incremento en el déficit fiscal, la elevada deuda pública y privada, el déficit comercial persistente y la perseverancia en tácticas comerciales de protección han suscitado debates sobre la viabilidad del modelo económico estadounidense.
Pese a su robustez histórica, el país con mayor poder mundial parece estar atravesando una trayectoria de desequilibrio estructural, parecida a la que economías como la argentina atravesaron y todavía afrontan. En este escenario, es crucial examinar las últimas decisiones en política comercial y sus consecuencias para el desarrollo, la estabilidad económica y el bienestar de los ciudadanos de Estados Unidos.
La situación económica actual de Estados Unidos guarda similitudes con la que aún viven países como Argentina —y Perú hasta los años noventa—: están gastando por encima de sus posibilidades reales. Tanto el consumo como el gasto público superan la renta que generan. En otras palabras, disfrutan de un nivel de vida que ya no se corresponde con su capacidad económica actual. Prueba de ello es que el déficit fiscal en 2024 llegó a los US$ 1.833 billones, lo que representa el 6.4% del PBI.
Este exceso de gasto, tanto del gobierno como del sector privado (a través del consumo, la inversión y el gasto público), supera lo que produce el país (ingreso, renta). Para sostenerlo, Estados Unidos debe recurrir a compras del exterior, lo que genera un déficit en su balanza comercial: importa más de lo que exporta.
Dado que el gasto supera al ingreso, alguien tiene que financiar ese desbalance. Por eso, el Departamento del Tesoro emite bonos y notas del gobierno para cubrir el déficit, mientras que los ciudadanos viven endeudados (tarjetas de crédito). En 2024, la deuda pública alcanzó los US$ 33.51 billones, lo que equivale al 121.9% del PBI. China, por su parte, poseía alrededor de US$ 759 mil millones de esa deuda, lo que representaba aproximadamente el 9% del total, siendo el segundo mayor acreedor extranjero.
La gran pregunta es: ¿por qué Estados Unidos no enfrenta una crisis de deuda como la que han sufrido otros países? La respuesta es que, por ahora, los mercados internacionales siguen confiando en su capacidad de pago. Esa credibilidad le permite refinanciar su deuda o incluso endeudarse más sin grandes obstáculos. Sin embargo, esta situación no puede sostenerse para siempre. Tarde o temprano, se verán obligados a ajustar su nivel de gasto. Un país, como una persona, puede vivir por encima de sus posibilidades endeudándose, pero llegará el momento en que deberá empezar a pagar, y entonces vivirá por debajo de sus ingresos.
El déficit comercial y el elevado nivel de endeudamiento de EE.UU. son consecuencia directa de gastar más de lo que se genera. La solución, como en cualquier hogar o país, sería reducir el gasto. En ese sentido, los intentos de la administración actual por recortar ciertos rubros eran una señal positiva: disminuir el gasto en conflictos internacionales, reducir el rol de EE.UU. como financiador del mundo, y limitar el gasto en funciones que deberían ser asumidas por los ciudadanos o los países directamente, además de achicar el aparato estatal improductivo.
Sin embargo, involucrarse en una guerra comercial ha sido contraproducente. Afortunadamente, parece que han comenzado a retroceder en esa estrategia. De haberse profundizado, los principales perjudicados habrían sido los propios ciudadanos estadounidenses, quienes se hubieran enfrentado a una posible estanflación: una combinación de inflación y estancamiento económico, o por lo menos una desaceleración. Aumentar el precio de las importaciones hubiera reducido su capacidad real de consumo.
Estados Unidos no puede tener ventajas competitivas ni comparativas en todos los sectores. Por eso, muchos bienes y servicios deben ser importados de países que sí tienen esas ventajas. Ese tipo de intercambio es beneficioso para todos: cada país se especializa en lo que hace mejor y todos ganan al comerciar entre sí.
El déficit comercial de Estados Unidos se origina principalmente porque el país gasta más de lo que genera en ingresos o produce, lo que lo lleva a importar más de lo que exporta, convirtiéndose así en un comprador neto. Esta dinámica deriva, eventualmente, en un aumento tanto de la deuda pública como privada. Por otro lado, el comercio internacional es beneficioso para todos los países involucrados, ya que cada uno puede enfocarse en aquello que produce con mayor eficiencia.
La solución para Estados Unidos sería llevar a cabo un ajuste ordenado y racional de sus niveles de gasto, ya sea reduciéndolo o estableciendo prioridades claras, con el objetivo de cerrar las brechas existentes en los ámbitos comercial, fiscal y de endeudamiento. Es fundamental que el país se adapte de manera gradual a su nueva realidad económica y a un nivel de vida más acorde con ella. De lo contrario, la situación actual no será sostenible a largo plazo.
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