Enrique Louffat, profesor de los Programas en Administración de ESAN, explicó en Gestión cómo el equilibrio laboral es clave para el bienestar personal y el desempeño organizacional.
La salud es una condición esencial que permite a toda persona, ya sea natural o jurídica, desenvolverse con plenitud en su vida cotidiana, sin sobresaltos y dentro de parámetros que le generen satisfacción y bienestar. Se trata de un requisito sine qua non para alcanzar el equilibrio, y es precisamente este equilibrio el que brinda estabilidad, permitiendo que la vida cobre sentido. Ese sentido de propósito es, a su vez, un motor fundamental de la existencia humana.
Para alcanzar dicho equilibrio, es necesario gestionar adecuadamente cuatro dimensiones fundamentales de la salud: la espiritual, la emocional, la racional y la fisiológica.
A continuación, se presentarán los elementos centrales de cada una de estas dimensiones, primero desde una perspectiva personal y luego desde un enfoque corporativo, con el objetivo de resaltar su relevancia en la construcción de un entorno laboral equilibrado.
La salud espiritual hace referencia a los valores, principios y la filosofía de vida de una persona, que son fundamentales para su existencia. Estos elementos rigen su comportamiento y conducta diaria, ayudándole a tomar decisiones alineadas con su conciencia. En este sentido, la salud espiritual actúa como un “semáforo de tránsito”, en el que las luces se encienden según la coherencia entre sus actos y sus valores: luz roja cuando las conductas son contrarias a esos valores; luz verde cuando las acciones son consistentes con sus principios; y luz amarilla cuando es necesario reflexionar más profundamente sobre las decisiones que se están tomando. Esta dimensión contribuye al propósito de vida de una persona, ya que permite darle sentido a su existencia y trascender a lo largo del tiempo.
Desde una perspectiva organizacional, las empresas también definen valores corporativos que guiarán las conductas y comportamientos de sus colaboradores. Sería contraproducente que los valores de la empresa y los de los empleados fueran disonantes o contradictorios, ya que esto afectaría la compatibilidad laboral y generaría insatisfacción en el ambiente de trabajo. Es crucial entender que una adecuada aplicación de los procesos de selección reduce la probabilidad de contratar trabajadores cuyos valores no coincidan con los de la empresa. En este sentido, la organización no debe adaptarse a los valores individuales de los empleados; son ellos los que deben alinearse con los valores corporativos, los cuales deberían conocer previamente al postularse.
Otro aspecto importante es que la empresa no solo debe tener sus valores claramente expresados en documentos o plataformas de marketing, sino que debe interiorizarlos y fomentar su práctica diaria entre los empleados. Para lograrlo, algunas actividades que pueden ayudar a interiorizar los valores corporativos incluyen: iniciativas de difusión y refuerzo de la cultura organizacional, programas de voluntariado, actividades religiosas, acciones de civilidad y desarrollo comunitario.
La salud emocional se refiere a la capacidad de las personas para mostrar y compartir sus sentimientos con sus diversos grupos de apoyo, como la familia, los vecinos, los compañeros de estudio, los miembros de grupos religiosos, deportivos o artísticos, entre otros. Las emociones son reacciones instintivas ante estímulos externos que las personas perciben a través de sus cinco sentidos, los cuales son procesados internamente en función de sus sentimientos y, a partir de ahí, generan comportamientos específicos. Por ejemplo, observar a una persona de la tercera edad con dificultades de salud puede generar emociones de tristeza y empatía, impulsando a la persona a ofrecer consuelo, apoyo y tal vez una contribución simbólica.
Las emociones, tanto positivas como negativas, actúan como un combustible natural que motiva a las personas a relacionarse y conectar con los demás. Expresar y liberar estos sentimientos es una fuente fundamental de inspiración y vida. Reprimir las emociones por miedo a mostrar debilidad, o por temor a que otros se aprovechen de la vulnerabilidad, puede llevar a una acumulación interna peligrosa, que con el tiempo puede generar serios trastornos en el comportamiento y las relaciones interpersonales.
En el entorno corporativo también se manifiestan emociones. A veces son positivas, como cuando un jefe felicita a su equipo por un buen desempeño o por la dedicación mostrada. Otras veces, las emociones pueden ser negativas, como cuando un colaborador comete un error. Un líder debe tener una gran dosis de voluntad y sentido común al gestionar estas situaciones, ya que sus acciones pueden influir profundamente en el compromiso y la identificación emocional de sus colaboradores.
Es desmotivador para un trabajador no recibir ni un gesto de reconocimiento por su esfuerzo y buenos resultados, especialmente cuando el jefe justifica la falta de agradecimiento argumentando que “no hay nada extraordinario que celebrar”. En cambio, cuando un empleado comete un error, incluso reconociéndolo, puede ser devastador ver cómo el jefe responde con gritos o insultos, incluso frente a los compañeros. Este tipo de comportamiento deshumaniza al trabajador y puede desencadenar reacciones emocionales muy intensas, que van desde la indignación hasta la posibilidad de confrontaciones físicas, con consecuencias aún más graves.
Gestionar adecuadamente la salud emocional de los empleados implica generar situaciones que promuevan la felicidad y el bienestar, no solo para el trabajador, sino también para su núcleo familiar. Un ejemplo podría ser financiar completamente los estudios universitarios de un hijo del empleado, lo que puede generar un fuerte sentido de lealtad y gratitud.
Algunas categorías de actividades que pueden contribuir al bienestar emocional de los empleados incluyen: celebraciones por motivos personales, familiares, académicos o incluso legales, entre otras.
La salud racional hace referencia a un concepto integral de competencias, que abarca los conocimientos, habilidades y actitudes de una persona. Los conocimientos se relacionan con el “saber conocer”, es decir, la teoría de una profesión, ocupación o actividad, así como la inteligencia y la memoria. Las habilidades están vinculadas al “saber hacer”, que es la capacidad de aplicar y ejecutar la teoría adquirida. Finalmente, las actitudes corresponden al “saber ser”, refiriéndose a los valores que guían la conducta y el comportamiento de la persona.
En el contexto empresarial, es igualmente crucial identificar y definir las competencias organizacionales, así como las competencias que deben tener los empleados para desempeñarse adecuadamente en los diversos puestos de la estructura organizacional.
Las competencias organizacionales, también conocidas como “core competences”, son aquellos factores estratégicos que diferencian a una empresa de sus competidores y la hacen preferida por los consumidores. Estas competencias constituyen la “propuesta de valor” de la empresa. Esta propuesta de valor puede reflejarse en cualquier aspecto del modelo de negocio, como el producto, las finanzas, los canales de distribución, la logística, las operaciones, etc. Por ejemplo, una empresa puede destacar por brindar “la mejor atención al cliente” o por ofrecer “los mejores productos”.
En función de estas competencias organizacionales, la empresa puede identificar las competencias personales que deben poseer sus trabajadores en los distintos puestos. Estas competencias pueden clasificarse en dos tipos: las competencias “duras” (hard skills), que son especializadas y se enfocan principalmente en los aspectos cognitivos y teóricos; y las competencias “blandas” (soft skills), que son transversales y se refieren a las habilidades y actitudes interpersonales.
Lo fundamental es que las competencias personales de los trabajadores estén alineadas con las competencias organizacionales de la empresa (persona jurídica). Siguiendo el ejemplo mencionado, si la empresa se distingue por ofrecer “la mejor atención al cliente”, los empleados deberían contar con competencias personales como “empatía”, “rapidez” y “habilidades de comunicación”.
Algunas categorías de actividades que pueden contribuir al desarrollo de competencias en las organizaciones incluyen: capacitación en agilidad, innovación, virtualidad, actividades deportivas, prácticas artísticas, y generación de ingresos, entre otras.
La salud fisiológica se refiere a las acciones responsables que cada persona debe tomar para evitar accidentes o enfermedades que puedan afectar sus capacidades físicas y causar dolor o discapacidades que dificulten su vida diaria. En primer lugar, se deben priorizar las acciones preventivas, pero cuando no sea posible evitarlas, deben adoptarse medidas reactivas que favorezcan el proceso de sanación o recuperación.
En el caso de accidentes, es esencial mantenerse alerta y observar el entorno en el que se realizan las actividades. Por ejemplo, al manejar un automóvil, se deben respetar las normas y señales de tránsito. En el caso de enfermedades diagnosticadas, se deben realizar chequeos médicos regulares y seguir los tratamientos indicados por los profesionales de la salud.
Las empresas también deben preocuparse por la salud de sus trabajadores, no solo por un sentido de responsabilidad humanitaria, sino también para cumplir con la normativa legal sobre salud y seguridad ocupacional. Además, existe una motivación económica, ya que la empresa debe cubrir los gastos médicos adicionales a los seguros contratados, y en caso de no cumplir con la legislación, puede enfrentar multas laborales. Además, la baja productividad de un trabajador debido a enfermedad o accidente, especialmente en las etapas iniciales, puede generar una afectación económica hasta que el trabajador logre recuperar su ritmo de productividad.
Algunas categorías de actividades que pueden contribuir al cuidado de la salud de los trabajadores incluyen: chequeos médicos preventivos, fomento de buenas prácticas nutricionales, implementación de ambientes de relajación y descanso, y el diseño de espacios laborales amigables con mobiliarios ergonómicos, entre otras.