Elasticidad de la demanda y oferta en productos agrícolas del Perú

Elasticidad de la demanda y oferta en productos agrícolas del Perú

¿Qué tan sensibles son los consumidores y productores agrícolas peruanos ante los cambios de precio? Este artículo analiza, con un enfoque claro y ejemplos del contexto local, cómo funciona la elasticidad de la demanda y la oferta en productos clave como la papa, el arroz, el limón o la quinua. Una lectura imprescindible para comprender las dinámicas del mercado agrícola peruano y sus implicancias en las decisiones productivas, las políticas públicas y la seguridad alimentaria.

Por: Marco Vinelli Ruiz el 26 Junio 2025

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La agricultura peruana incluye desde cultivos de consumo básico, como la papa, el arroz y el maíz, hasta productos de exportación como el café, cacao, arándanos, uvas, paltas, espárragos, entre otros. Comprender la elasticidad de la demanda y de la oferta de estos productos es fundamental para analizar cómo los cambios de precio impactan el consumo y la producción. En este artículo se explican ambos conceptos de manera clara y se presentan ejemplos reales del contexto agrícola peruano, así como su influencia en las decisiones de los productores y en las políticas públicas, considerando factores como la estacionalidad, el acceso a mercados y la existencia de productos sustitutos.

Elasticidad de la demanda: concepto y ejemplo sencillo

La elasticidad precio de la demanda mide cuánto varía la cantidad demandada de un producto ante un cambio en su precio. En términos simples, indica cuán sensible o “flexible” es el consumo frente a una variación de precios. Si un pequeño incremento en el precio genera una gran disminución en la cantidad comprada, se dice que la demanda es muy elástica (como una banda de goma muy flexible); en cambio, sí incluso con un fuerte aumento de precio las personas apenas modifican su consumo, la demanda es inelástica (como una banda de goma rígida que apenas se estira).

Ejemplo intuitivo: imaginemos que el kilo de arroz sube de precio en el mercado. Si las familias peruanas siguen comprando casi la misma cantidad porque es un alimento básico en su dieta, la demanda del arroz es inelástica (poco sensible al precio). En cambio, si el precio de una fruta —como los arándanos— se duplica, muchos consumidores podrían dejar de comprarla o reemplazarla por otra, lo que refleja una demanda más elástica. En general, los bienes de primera necesidad suelen tener una demanda inelástica, mientras que los bienes “de lujo” o con sustitutos cercanos tienden a mostrar una demanda más elástica.

Desde una perspectiva cuantitativa, la elasticidad de la demanda se expresa como un coeficiente, generalmente negativo debido a la relación inversa entre precio y cantidad. Por ejemplo, si el precio de un producto sube un 10 % y la cantidad consumida disminuye en un 2 %, la elasticidad precio de la demanda sería aproximadamente -0.2, lo que indica una demanda inelástica (ya que 0.2 es mucho menor que 1 en valor absoluto). En cambio, si ese mismo aumento del 10 % en el precio genera una caída del 20 % en la cantidad comprada, la elasticidad sería -2, reflejando una demanda muy elástica (pues la cantidad responde el doble que el cambio de precio)

Elasticidad de la oferta: concepto y ejemplo sencillo

La elasticidad precio de la oferta mide cuánto varía la cantidad ofrecida (o producida) de un bien ante un cambio en su precio de venta, y refleja la capacidad de los productores para ajustar su producción frente a dichas variaciones. Si un pequeño aumento de precio permite a los agricultores incrementar significativamente su producción —por ejemplo, sembrando más o destinando más recursos—, se considera que la oferta es elástica. Por el contrario, si no pueden aumentar la producción con rapidez debido a limitaciones como la disponibilidad de tierra, el tiempo de cultivo o los recursos, la oferta se considera inelástica.

Ejemplo intuitivo: supongamos que el precio del cacao peruano en el mercado internacional sube significativamente este año. ¿Pueden los productores nacionales de cacao aumentar de inmediato la cantidad cosechada? En el corto plazo, no mucho, ya que los cacaotales tardan años en crecer y dar fruto; por ello, la oferta de cacao es inelástica a corto plazo. Sin embargo, si los precios se mantienen altos durante varios años, más agricultores podrían optar por sembrar cacao o mejorar sus rendimientos, lo que incrementaría la producción en el largo plazo. En ese sentido, la elasticidad de la oferta suele ser mayor en el largo plazo que en el corto. Otro caso similar es el de la papa: si su precio sube repentinamente, un agricultor que ya ha sembrado no puede acelerar la cosecha (oferta inelástica a corto plazo), pero al año siguiente podría aumentar el área cultivada, reflejando una mayor elasticidad en el largo plazo.

En términos numéricos, la elasticidad de la oferta se expresa como un coeficiente positivo. Por ejemplo, si el precio de un producto agrícola aumenta un 10 % y, en respuesta, la cantidad producida crece un 5 %, la elasticidad de la oferta sería aproximadamente 0.5, lo que indica una oferta inelástica (ya que la respuesta es menor al cambio de precio). En cambio, si la producción aumentara un 15 % ante ese mismo incremento del 10 % en el precio, la elasticidad sería 1.5, reflejando una oferta elástica, es decir, con una respuesta más que proporcional.

Elasticidad de la demanda en la agricultura peruana

En el Perú, muchos productos agrícolas de consumo masivo presentan una demanda inelástica, ya que son alimentos básicos o carecen de sustitutos cercanos en la dieta tradicional. Estudios del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI) y del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) han encontrado que las elasticidades-precio de demanda de alimentos como la papa, el arroz o el pollo son menores a 1 en valor absoluto, lo que indica que los hogares peruanos son poco sensibles a las variaciones de precio en estos bienes esenciales. En otras palabras, cuando el precio sube, el consumo se reduce en una proporción menor. Por ejemplo, la papa blanca es un alimento tan fundamental en la mesa peruana que su consumo apenas disminuye ante un alza de precio: un estudio estimó que si su precio sube un 10 %, la cantidad consumida se reduce solo en torno al 2 %, lo que equivale a una elasticidad cercana a -0.2, característica de un bien de primera necesidad con demanda muy inelástica. De hecho, en los hogares de Lima se observó que ni siquiera cambios en los precios de otros alimentos como el arroz, la yuca, el camote o el pollo afectan significativamente el consumo de papa, lo que evidencia la ausencia de sustitutos cercanos en esas familias.

El arroz es otro ejemplo claro de demanda inelástica: al ser un alimento fundamental, su consumo varía muy poco frente a cambios de precio. En Lima Metropolitana, los datos muestran una elasticidad-precio de la demanda de arroz cercana a -0.3, lo que confirma que un incremento en el precio genera solo una leve reducción en la cantidad consumida. De manera similar, la demanda de pollo —principal fuente de proteína animal en la dieta peruana— también ha mostrado ser inelástica: ante un aumento del 10 % en su precio, el consumo se redujo apenas en un 2 %. Todos estos casos evidencian un patrón común: los alimentos esenciales en el Perú presentan demandas poco elásticas, ya que las familias los consideran indispensables y hacen esfuerzos por seguir adquiriéndolos, incluso si eso implica reducir otros gastos antes que prescindir de ellos.

Por otro lado, los productos agrícolas no esenciales o con alternativas disponibles suelen presentar una demanda más elástica. Por ejemplo, en el caso de frutas y verduras específicas, si el precio de la palta sube considerablemente en determinada temporada, los consumidores pueden reducir su consumo o sustituirla por otras fuentes de grasa vegetal. Algo similar ocurre con frutas estacionales como las uvas: si fuera de temporada su precio se eleva, muchos consumidores optan por comprar otras frutas más económicas, lo que evidencia una demanda más elástica en esos periodos.

Un caso interesante es el del limón, ingrediente esencial en platos como el ceviche. Durante eventos climáticos adversos, como el Fenómeno El Niño de 2017, la oferta se redujo drásticamente y el precio se disparó, llegando hasta 25 soles por kilo. A pesar de ello, muchos consumidores y restaurantes continuaron comprándolo, ya que no existe un sustituto perfecto que aporte la misma acidez en la gastronomía peruana. Este fuerte apego al limón revela una demanda bastante inelástica en contextos culinarios: la gente está dispuesta a pagar precios elevados porque considera difícil prescindir de él. Sin embargo, ante precios tan altos, algunos restaurantes ajustaron sus recetas o incrementaron los precios de sus platos, y ciertos comensales optaron por dejar de consumirlos, hasta que el mercado encontró un nuevo equilibrio. Este ejemplo muestra que, aunque la demanda de un producto básico puede ser inelástica, no es completamente rígida: si el precio se eleva lo suficiente, los consumidores terminan reduciendo su consumo, buscando sustitutos o comprando con menor frecuencia, marcando así el límite práctico de la inelasticidad.

En 2018, una combinación de cosechas abundantes en diversas regiones del país generó una sobreoferta de papa en los mercados mayoristas peruanos, superando ampliamente la capacidad de consumo del mercado. Dado que la demanda doméstica de papa es inelástica, los peruanos no podían incrementar su consumo al mismo ritmo que crecía la oferta, lo que provocó una drástica caída en el precio del tubérculo. En algunas zonas, el precio al productor llegó a descender hasta S/0.10 por kilo, un nivel que ni siquiera cubría los costos de cosecha. Este caso demuestra que, cuando la oferta excede considerablemente a una demanda inelástica, el ajuste se produce principalmente a través de una caída de precios —y no de cantidades vendidas—, lo que beneficia momentáneamente a los consumidores con papas muy baratas, pero ocasiona enormes pérdidas para los agricultores. De hecho, durante la crisis, ni regalando la papa se lograba vender toda, ya que existe un límite físico de consumo diario, incluso con precios cercanos a cero. Este caso extremo pone en evidencia cómo la inelasticidad de la demanda de un alimento básico puede generar una alta volatilidad de precios frente a choques de oferta.

Elasticidad de la oferta en la agricultura peruana

La capacidad de los agricultores peruanos para responder a cambios en los precios —es decir, la elasticidad de la oferta— depende de factores como el tipo de cultivo, el horizonte de tiempo considerado y las condiciones productivas. En términos generales, la oferta agrícola tiende a ser inelástica en el corto plazo, ya que la producción no puede incrementarse de forma inmediata: los cultivos requieren tiempo para crecer, así como disponibilidad de tierra, recursos y, en muchos casos, inversiones en insumos.

Por ejemplo, estudios sobre el arroz cáscara en el Perú han cuantificado esta rigidez: la elasticidad de su oferta se estimó en apenas 0.20 en el corto plazo y en torno a 0.33 en el largo plazo, manteniéndose inelástica en ambos casos. Esto implica que incluso si el precio del arroz se duplicara, la producción aumentaría solo alrededor de un 33 % tras varios años, lo que refleja limitaciones estructurales como la disponibilidad de tierras adecuadas, el acceso al agua de riego o la capacidad de nuevos productores para ingresar al mercado. De manera similar, muchos pequeños agricultores carecen del capital o de la información necesarios para reaccionar rápidamente ante un alza de precios sembrando más, por lo que tienden a mantener sus cultivos y métodos habituales en el corto plazo, lo que contribuye a una oferta poco flexible.

No obstante, en el largo plazo la oferta puede ajustarse con mayor facilidad. Si un cultivo se vuelve consistentemente rentable, los agricultores tienen incentivos para ampliar la superficie sembrada o para que nuevos productores ingresen al mercado. Un ejemplo claro fue el auge de la quinua entre 2011 y 2014, cuando el alto valor alcanzado en los mercados internacionales —impulsado por su creciente demanda como “superalimento”— motivó a numerosos agricultores, incluso en zonas no tradicionales, a cultivarla. Esta expansión generó un aumento significativo en la producción, demostrando que la oferta puede responder cuando las condiciones del mercado son favorables. Sin embargo, la falta de planificación y el ingreso masivo de nuevos productores derivaron en una sobreoferta, que, sumada a la competencia de quinua importada, provocó una fuerte caída de precios en los años siguientes. Este comportamiento refleja el clásico modelo de la "tela de araña" (“cobweb”), en el que precios altos hoy incentivan mayor producción en el futuro, lo que conduce a precios bajos que, a su vez, desincentivan la producción, generando ciclos repetitivos. Muchos cultivos en el Perú enfrentan estas oscilaciones cuando no existen mecanismos adecuados de información o coordinación en la siembra.

Otro aspecto importante a considerar es la perecibilidad de los productos agrícolas, que influye directamente en la elasticidad de la oferta en el corto plazo. Cuando un producto no puede almacenarse por mucho tiempo —como las frutas frescas, verduras de hoja o la leche cruda—, los agricultores o intermediarios se ven obligados a vender toda la cosecha de inmediato, incluso si el precio no es favorable. Esto genera una oferta muy inelástica: ante una caída de precios, los productores igual llevan sus productos al mercado para evitar que se malogren, lo que satura la oferta y agrava la caída de precios. En sentido inverso, si la demanda aumenta repentinamente —por ejemplo, por una moda o campaña—, la producción ya está determinada y no puede incrementarse de inmediato, lo que provoca alzas bruscas en los precios. Un caso ilustrativo es el de ciertas frutas estacionales de exportación: cuando finaliza la temporada peruana de mango o uva, la oferta local cae casi a cero hasta la siguiente cosecha, y ningún aumento de precio podrá generar más fruta fresca antes de tiempo. Por ello, la estacionalidad suele provocar picos de precios altos en épocas de escasez y precios muy bajos durante la cosecha abundante, reflejando la limitada elasticidad de la oferta instantánea.

Cabe destacar que existen diferencias entre los cultivos tradicionales y los no tradicionales. Algunos productos de agroexportación del Perú, como la quinua, los arándanos o la palta Hass, han experimentado rápidas expansiones en su oferta cuando la demanda externa y los precios fueron favorables. En estos casos, grandes empresas o asociaciones de productores realizaron inversiones para ampliar las áreas de cultivo, lo que demuestra que, con tiempo y recursos, la oferta puede volverse más elástica. Sin embargo, incluso en estos escenarios existen rezagos: una plantación de arándanos tarda entre uno y dos años en dar fruta, y una nueva parcela de paltos requiere varios años para empezar a producir. Por ello, es importante subrayar la diferencia entre el corto y el largo plazo: en el corto plazo, casi toda la oferta agrícola es inelástica, mientras que en el largo plazo puede volverse moderadamente elástica si existen los incentivos adecuados y capacidad de respuesta.

Factores que afectan la elasticidad en el agro peruano

Varios factores del contexto peruano modulan la elasticidad de demanda y oferta de productos agrícolas:

  • Estacionalidad de la producción: muchos cultivos tienen épocas de cosecha bien definidas. Durante la temporada de cosecha, la abundancia puede saturar el mercado y hacer que los precios caigan drásticamente, mientras que en los periodos de baja producción, la escasez tiende a elevarlos. Dado que en el corto plazo ni la demanda ni la oferta pueden ajustarse con facilidad —los consumidores no van a triplicar su consumo de fruta solo porque esté barata, ni se puede cultivar fuera de temporada sin tecnología especializada—, las variaciones estacionales suelen provocar fuertes oscilaciones de precios. Por ejemplo, el precio del limón suele incrementarse entre agosto y septiembre, cuando disminuye la producción, y solo baja a partir de noviembre con la llegada de la nueva cosecha en el norte. La elasticidad de la oferta en estos casos es baja, aunque con inversiones en tecnología, sistemas de riego o almacenamiento (como cámaras para conservar papa) es posible atenuar estas fluctuaciones. La estacionalidad también influye en la demanda: algunos productos cuentan con sustitutos estacionales (por ejemplo, si no hay mango fresco, se opta por otra fruta), lo que puede hacer que la demanda sea más elástica en tiempos de escasez. En cambio, durante la abundancia, los precios bajos no siempre generan un aumento significativo en el consumo, debido a la inelasticidad.
  • Acceso a mercados e infraestructura: En el Perú, las zonas rurales más alejadas a menudo enfrentan dificultades para colocar sus excedentes en los grandes mercados urbanos debido a limitaciones en el transporte, vías de comunicación deficientes o altos costos logísticos. Esto reduce la elasticidad efectiva de la oferta a nivel nacional: aunque un producto tenga un precio elevado en Lima, un agricultor de la sierra con escaso acceso a infraestructura no puede aumentar rápidamente sus envíos hacia esa ciudad, lo que impide que la oferta responda adecuadamente al estímulo del precio. De igual forma, si hay una sobreproducción en un valle remoto, ese excedente puede no llegar a otras regiones donde el producto escasea, lo que genera caídas drásticas de precios a nivel local mientras en otras zonas el mismo producto sigue siendo caro. Mejorar las carreteras, los sistemas de comercialización y la cadena de frío puede aumentar la elasticidad de la oferta agregada, al facilitar que la producción se dirija hacia donde está la demanda. Del lado de la demanda, un mayor acceso a mercados —ya sean físicos o digitales— amplía las opciones del consumidor y facilita la sustitución entre productos de distintas regiones o variedades, lo que puede aumentar la elasticidad de la demanda al permitir comparar y elegir entre más alternativas cuando un precio sube.
  • Sustitución de productos: La existencia de bienes sustitutos es un factor clave para la elasticidad, ya que, cuando los consumidores cuentan con alternativas cercanas, son más sensibles a las variaciones de precio. En el caso del Perú, muchos tubérculos —como la papa, el camote y la yuca— cumplen funciones similares, aunque también tienen usos específicos dentro de la gastronomía nacional. La evidencia indica que, culturalmente, la papa es difícil de reemplazar en ciertos platos, por lo que su elasticidad cruzada con otros tubérculos es prácticamente nula. En cambio, en otros casos sí existe sustitución: si el precio del pollo sube considerablemente, algunas familias podrían optar por consumir más huevos o pescado económico, lo que incrementa la elasticidad de su demanda. De manera similar, si la carne de res se encarece, es posible que más personas elijan consumir pollo, como se ha observado en estudios realizados en México. 
  • Del lado de la producción, los agricultores también consideran sustitutos y pueden cambiar de cultivo entre temporadas si anticipan mejores precios. Por ejemplo, en valles interandinos, un productor puede alternar entre maíz, quinua o haba según cuál le resulte más rentable cada año. Esta capacidad de adaptación hace que la oferta sea más elástica a mediano plazo, ya que recursos como la tierra y la mano de obra pueden moverse entre alternativas. Sin embargo, no todos los cultivos permiten esa flexibilidad: los cultivos perennes, como los frutales o el café, requieren inversiones a largo plazo y no se pueden sustituir fácilmente. Un caficultor, por ejemplo, no talará sus plantas solo porque bajó el precio de mercado; en general, esperará a que la situación mejore. En contraste, los cultivos transitorios sí permiten una mayor sustitución en la planificación anual de la siembra, lo que contribuye a una oferta más adaptable.
  • Ingresos y hábitos de consumo: El nivel de ingresos y las preferencias culturales también influyen en la forma en que responde la demanda ante cambios de precio. Los hogares de muy bajos ingresos, por ejemplo, a veces se ven obligados a reducir su consumo de ciertos alimentos cuando suben de precio, simplemente porque su presupuesto no les permite mantener la misma cantidad, incluso si se trata de bienes esenciales. Paradójicamente, diversos estudios han encontrado que la elasticidad precio de la demanda tiende a ser ligeramente mayor (es decir, más elástica) en los estratos pobres que en los ricos, ya que los hogares de mayores ingresos pueden absorber el alza sin modificar sus hábitos de compra, mientras que los más vulnerables deben ajustar su consumo, buscar alternativas más económicas o recortar otros gastos. Sin embargo, incluso entre los hogares de menores ingresos, productos como la papa o el arroz siguen mostrando una demanda inelástica, ya que son considerados prioritarios. Además, los hábitos alimenticios tradicionales —como preferir pan chapla en lugar de pan industrial, o consumir yuca en la selva— generan vínculos culturales con ciertos alimentos, lo que reduce la sensibilidad frente a sustitutos y hace que la demanda sea aún menos elástica.

Impacto en la toma de decisiones de productores y políticas

Para los productores agrícolas, conocer la elasticidad de la demanda de sus productos es clave al momento de planificar su producción y definir estrategias. Si cultivan un producto con demanda muy inelástica —como la papa o el arroz en el mercado local— deben tener en cuenta que un exceso de producción puede provocar una fuerte caída de precios y dificultades para vender, ya que los consumidores no aumentarán significativamente su consumo, incluso si el precio baja. Este riesgo puede incentivar a los agricultores a coordinarse entre sí —por ejemplo, mediante asociaciones o cooperativas— para evitar saturar el mercado, o a diversificar sus cultivos y así no depender de un solo producto. Por el contrario, si producen bienes con demanda elástica —como frutos delicatessen o productos no esenciales— saben que no pueden subir mucho el precio, ya que los consumidores reducirán su compra o elegirán alternativas. En estos casos, los agricultores deben competir principalmente en precio y calidad, conscientes de que el consumidor es muy sensible a las variaciones de valor.

La elasticidad de la oferta también influye en las decisiones de inversión de los productores. En el muy corto plazo, un agricultor individual suele enfrentar una oferta inelástica, ya que la siembra ya fue realizada y debe vender lo que cosecha. Sin embargo, en el mediano plazo, puede ajustar su producción planificando aumentos o reducciones en la siembra. El problema es que, con frecuencia, los agricultores toman decisiones sin contar con información completa sobre lo que harán los demás, lo que lleva a muchos a reaccionar de manera similar ante los precios del año anterior. Esto puede generar los ciclos de sobreproducción y escasez ya mencionados. En cambio, los productores más tecnificados o con visión empresarial intentan anticiparse a la demanda y evitan tomar decisiones impulsivas basadas en precios coyunturales. Por ejemplo, si un año sube el precio de la quinua, no destinan toda su producción a ese cultivo al año siguiente sin antes evaluar si la demanda se mantendrá. Comprender la elasticidad les permite tomar decisiones más informadas: si saben que el mercado no crecerá proporcionalmente frente a un precio bajo, deben evitar producir en exceso; y si son conscientes de que un precio alto atraerá a nuevos competidores, entienden que su ventaja puede ser temporal.

Para los tomadores de decisiones políticas —como el gobierno y las autoridades agrarias—, la elasticidad constituye una herramienta clave para diseñar intervenciones eficientes. En el caso de bienes de primera necesidad con demanda inelástica, aplicar impuestos al consumo puede ser problemático: por ejemplo, un impuesto sobre el arroz o el pan podría generar ingresos fiscales, pero no reduciría significativamente su consumo y afectaría directamente a los hogares más pobres. Por ello, estos productos suelen estar exonerados de impuestos, a diferencia de bienes con demanda más elástica y menos esenciales, como las bebidas azucaradas, donde los impuestos pueden tener un efecto disuasivo deseado. Asimismo, cuando un producto esencial enfrenta escasez y precios elevados —como ha ocurrido con el limón o la papa en determinados periodos—, el Estado puede implementar campañas de promoción del consumo de productos alternativos para aliviar la presión sobre el mercado.

Cuando la oferta agrícola local es muy inelástica, los formuladores de políticas recurren a mecanismos de estabilización. Una de las opciones son los programas de compras públicas, como el implementado en 2018, cuando el Ministerio de Agricultura instruyó a los gobiernos regionales a adquirir excedentes de papa para destinarlos a programas sociales. Esta medida buscaba absorber el excedente (es decir, aumentar la demanda efectiva) y sostener los precios en un nivel razonable, aunque no tuvo el impacto esperado debido a fallas en su diseño y ejecución. Otra política utilizada es el establecimiento de precios mínimos o franjas de precios para productos sensibles —como el azúcar, el maíz amarillo duro o el arroz— con el fin de proteger a los agricultores de caídas de precios excesivas. Sin embargo, estas intervenciones implican costos fiscales y deben aplicarse con cautela para evitar distorsionar los incentivos del mercado a largo plazo. 

En materia de planificación agrícola, comprender la elasticidad permite al Estado fomentar una mayor diversificación y coordinación productiva. Si todos los agricultores siembran el mismo cultivo porque tuvo buenos precios el año anterior, es muy probable que se genere una sobreoferta y, con ella, una caída abrupta de precios, ya que la demanda no crece al mismo ritmo. Para evitarlo, el Estado peruano ha intentado implementar sistemas de información sobre siembras y alertas tempranas de sobreproducción, aunque su ejecución aún enfrenta importantes desafíos. Contar con mejor información de mercado permite distribuir las decisiones de siembra entre distintos cultivos, evitando que la oferta de un solo producto crezca de forma desproporcionada. Del mismo modo, invertir en infraestructura —como carreteras, mercados mayoristas y tecnología de almacenamiento— es una estrategia clave para aumentar la elasticidad de la oferta: facilita que la producción llegue de manera oportuna a donde se necesita y permite que los agricultores respondan con mayor agilidad a las oportunidades del mercado, promoviendo un equilibrio más eficiente.

Finalmente, desde la perspectiva de la seguridad alimentaria, la inelasticidad de la demanda de los alimentos básicos implica que los choques de oferta pueden generar alta volatilidad de precios y afectar el bienestar de la población. Por ello, los responsables de política pública deben monitorear constantemente la producción de estos bienes estratégicos, con el fin de suavizar las fluctuaciones del mercado y evitar tanto precios excesivamente altos para el consumidor como precios insosteniblemente bajos para el productor. 

Conclusiones

La elasticidad de la demanda y de la oferta son conceptos clave para comprender la dinámica de la economía agrícola peruana. En términos sencillos, nos indican cuán “flexibles” o “rígidos” son los consumidores y productores frente a cambios en los precios. En el caso del Perú, muchos alimentos básicos —como la papa o el arroz— presentan demandas inelásticas, debido a su carácter esencial en la dieta y a la escasa existencia de sustitutos perfectos. Esto implica que los consumidores, especialmente los de menores ingresos, hacen todo lo posible por seguir adquiriéndolos incluso cuando sus precios aumentan, sacrificando otros gastos antes que dejar de comprarlos. Por su parte, la oferta agrícola suele ser inelástica en el corto plazo, debido a los ciclos biológicos de los cultivos y a limitaciones estructurales; sin embargo, puede volverse más elástica en el largo plazo, a medida que los productores ajustan sus decisiones de siembra e inversión en función de las señales del mercado.

Comprender las elasticidades de la demanda y la oferta tiene importantes implicancias para la economía agrícola. Como se ha visto, en escenarios de sobreproducción de bienes con demanda inelástica —como ocurrió con la papa en 2018—, el resultado puede ser un colapso de precios que perjudica gravemente a los agricultores. En sentido inverso, una caída en la oferta de un producto esencial puede provocar un fuerte aumento de precios, afectando el bolsillo de los consumidores, como sucedió con el limón durante los años del Fenómeno El Niño. Por ello, tanto productores como autoridades deben anticipar estas reacciones: los primeros, diversificando cultivos y evitando sobreofertar el mercado; los segundos, implementando políticas de información, almacenamiento o apoyo económico, según corresponda, para mantener la estabilidad. Asimismo, factores como la estacionalidad de las cosechas, la conectividad de los mercados o la existencia de productos sustitutos influyen en los efectos de la elasticidad y abren oportunidades de gestión, como invertir en infraestructura para reducir desequilibrios regionales o promover cultivos alternativos en contextos de escasez.

En suma, la elasticidad de la demanda y la oferta funciona como un “amortiguador” o “amplificador” frente a los choques en la economía agrícola: si ambas son inelásticas, esos choques se traducen en fuertes variaciones de precios; en cambio, si fuesen más elásticas, los ajustes se distribuirían en mayor medida a través de los volúmenes producidos o consumidos. En el contexto peruano actual, predominan elasticidades bajas, lo que representa un desafío tanto para la sostenibilidad de los ingresos agrarios como para la accesibilidad de los alimentos. Por ello, resulta fundamental seguir estudiando y monitoreando estas elasticidades, capacitar a los productores sobre los riesgos del mercado y diseñar políticas agrícolas bien informadas que ayuden a mitigar sus efectos negativos. Comprender y aplicar el concepto de elasticidad permite tomar decisiones más acertadas y avanzar hacia una agricultura peruana más resiliente, eficiente y equitativa.

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Referencias:

Marco Vinelli Ruiz

Director de ESAN School of Government y de la Maestría en Administración de Agronegocios de ESAN Graduate School of Business. Gerente general de Allpu, empresa dedicada a la agroexportación. Economista con Maestría en Administración Estratégica de Empresas (MBA) y Maestría en Finanzas.

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