La crisis sanitaria marcó el inicio de nuevos desafíos para los mercados financieros y mercados derivados. Según el informe Financial derivatives during the Covid-19 health crisis, la crisis sanitaria “seguirá provocando disrupciones en el futuro cercano”.
Asimismo, señala que “algunos mercados emergentes han acelerado el proceso de apertura de bolsas de derivados para competir con los mercados vecinos”. Sin embargo, carecen de microestructuras y bases sólidas debido a la desinformación de los encargados de las políticas públicas. Por otro lado, precisa que “algunos operadores aún son pequeños para el tamaño de sus economías y el volumen de contratos negociados no es particularmente significativo”.
¿Pero qué son los derivados financieros? Se trata de un producto que no tiene valor por sí mismo, sino que depende de un activo subyacente. En otras palabras, se origina de otro producto. El comprador acepta adquirir el derivado en una fecha específica a un precio específico. Los activos más comunes son bonos, tasas de interés, productos básicos (petróleo, gasolina u oro), índices de mercado y acciones o divisas.
Estos instrumentos pueden ser utilizados para la cobertura de riesgos, ya que no requieren una gran inversión inicial y se liquidan, generalmente, en una fecha futura. Así, hacen que los flujos de efectivo sean más predecibles y permiten a las empresas pronosticar sus ganancias de manera más precisa. Dicha previsibilidad aumenta los precios de las acciones. Por consiguiente, las organizaciones necesitan menos disponibilidad de efectivo para cubrir emergencias y pueden reinvertir más en sus negocios.
Este es el tipo más común de derivados. Consiste en un acuerdo para intercambiar un activo o deuda por otro similar. El objetivo es reducir el riesgo para ambas partes. Así, los swaps brindan a los inversionistas la oportunidad de intercambiar los beneficios de sus valores entre sí. Por ejemplo, una de las partes puede tener una tasa de interés fija, pero se encuentra en una línea de negocio donde tiene motivos para preferir una tasa de interés variable. Entonces, puede celebrar un contrato de swaps o intercambio con otro inversor y ambos beneficiarse mutuamente del mismo.
Estos derivados financieros son acuerdos para comprar o vender a un precio acordado en una fecha específica en el futuro. En este tipo de contrato, las dos partes pueden personalizar sus reenvíos. Asimismo, se utilizan para cubrir riesgos en productos básicos, tasas de interés, tipos de cambio o acciones.
Un derivado futuro promete la entrega de materias primas a un precio acordado. De esta manera, la empresa está protegida por si aumentan los precios. Además, las compañías también implementan estos contratos para resguardarse de las variaciones en los tipos de cambios y las tasas de interés.
Una opción es un acuerdo entre dos partes que le otorga a un individuo la oportunidad de comprar o vender un valor a otro inversor, en una fecha determinada. Se usan con mayor frecuencia para negociar operaciones sobre acciones, pero también pueden utilizarse para otras inversiones.
Con una opción, el comprador no está obligado a realizar la transacción, puede decidir no llevarla a cabo, de ahí viene el nombre de este tipo de derivado. En última instancia, el intercambio en sí es opcional. Las opciones pueden utilizarse para cubrir las acciones del vendedor frente a una caída de precios y para brindarle al comprador la oportunidad de obtener ganancias financieras a través de la especulación.
Los derivados financieros son instrumentos complejos. Pueden ser valiosas herramientas para aprovechar la cartera de valores debido a la flexibilidad a la hora de decidir si se ejercen o no. Pero también constituyen una inversión arriesgada que debe ser estudiada y analizada a profundidad.
Fuentes:
WFE. IOMA 2017 derivatives report
Superintendencia de Banca, Seguros y AFP. "Tipos de instrumentos derivados"
BBVA. "¿Qué son los derivados financieros y cuántos tipos hay?"
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