
Carlos Aguirre, profesor de los Programas del área de Finanzas de ESAN, reflexionó en Forbes sobre el ocaso de la era Excel ante una IA que, entrenada por la banca, ya aprende a estructurar fusiones y realizar project finance. El experto aseguró que el rol del analista no muere, sino que evoluciona de operador mecánico a "arquitecto financiero", aunque advierte sobre un nuevo peligro: el "riesgo sistémico de la homogeneidad algorítmica", donde la confianza ciega en modelos idénticos podría amplificar crisis globales.
"Ya no se trata solo de una IA que responde preguntas, sino de una inteligencia que aprende cómo se estructura una adquisición, una deuda sindicada, un project finance o un modelo de flujo de caja descontado", relata Carlos Aguirre, profesor de Finanzas de ESAN Graduate School of Business
Los modelos financieros ya no nacerán de hojas de cálculo elaboradas desde cero, implicando horas de trabajo manual con acciones mecánicas y repetitivas. Ahora se entrenan con datos reales, contratos, regulación y décadas de experiencia bancaria. Quizás estamos frente a uno de los mayores cambios en la historia moderna de las finanzas aplicadas.
En los últimos meses, medios financieros internacionales han reportado un movimiento que redefine la frontera entre tecnología y dinero: empresas como OpenAI habrían contratado a más de cien exbanqueros de Goldman Sachs, JPMorgan y Morgan Stanley para entrenar sistemas capaces de construir modelos financieros avanzados —fusiones, LBO (compras apalancadas), project finance, presupuestos, etc.—. Ya no se trata solo de una IA que responde preguntas, sino de una inteligencia que aprende cómo se estructura una adquisición, una deuda sindicada, un project finance o un modelo de flujo de caja descontado. La próxima revolución no está en un nuevo producto financiero, sino en la automatización del razonamiento que asigna valor al mundo.
Durante tres décadas, los analistas construyeron manualmente modelos extensos y vulnerables a errores. Para muchos, Excel fue la herramienta que más incrementó la productividad en las empresas, lo cual estaría llegando a su fin. La IA ya puede generar en segundos valoraciones completas, procesar información contable y legal, simular riesgos y recalcular escenarios en tiempo real. Los modelos dejarán de ser archivos estáticos para convertirse en sistemas vivos, conectados a datos macroeconómicos, regulatorios y de mercado, reaccionando automáticamente cuando cambian las condiciones.
La pregunta que muchos se hacen es si esta ola de automatización hará irrelevantes a los analistas financieros. La respuesta más seria es no. Lo que muere no es la profesión, sino su aspecto mecánico. La IA será capaz de construir el modelo; el humano deberá decidir qué significa y qué se hará con él. La automatización no elimina al profesional financiero, pero transforma su esencia.
El antiguo rol, centrado en largas jornadas construyendo modelos en Excel, con análisis restringidos por el tiempo y la disponibilidad de datos, quedará atrás. En su lugar, la inteligencia artificial asumirá la construcción técnica de los modelos, mientras el humano los interroga, valida y ajusta. El analista dejará de ser un operador mecánico para convertirse en un verdadero arquitecto financiero, con más tiempo para la estrategia, la negociación y la toma de decisiones que definen el destino del capital.
La toma de decisiones estratégicas sigue perteneciendo al terreno humano porque involucra dimensiones que los algoritmos no pueden resolver: tensiones políticas, conflictos societarios, ética en inversiones, efectos sociales y ambientales, manejo reputacional y negociación entre intereses divergentes. El capital sigue siendo humano, incluso cuando la matemática que lo sostiene ya no lo sea.
Existe, no obstante, una advertencia crítica. Si todas las instituciones financieras terminan utilizando modelos similares, entrenados con la misma lógica, los errores podrían amplificarse a escala global. Los modelos no previenen crisis; solo las vuelven más sofisticadas. La historia de 2008 demuestra que la confianza ciega en estructuras matemáticas puede ser profundamente peligrosa. La sofisticación algorítmica no elimina el riesgo financiero; lo acelera cuando se replica sin pensamiento crítico.
La verdadera frontera será entre quienes sepan usar IA para decidir sobre el capital y quienes trabajarán para ellos. Porque, en adelante, los modelos ya no se programarán, sino se entrenarán. Y la pregunta más importante no es qué puede hacer la inteligencia artificial, sino quién controlará a la inteligencia que controlará el valor del mundo. Al final del día, es cuestión de aprender y adaptarnos: no será la primera vez ni la última. Difícilmente se podrá reemplazar al criterio y al buen sentido común.
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