En la actualidad, las empresas establecen habilidades blandas necesarias en sus perfiles de candidatos, para sus promociones y para el high potential en el que invertirán. Estas habilidades suelen estar vinculadas con la capacidad de relacionarse con los demás y por lo general son más solicitadas en puestos ejecutivos o altos cargos de la pirámide organizacional, donde existe mayor interacción. La gestión emocional es trasversal a todas ellas, ya que implica tomar en cuenta emociones propias y ajenas al comunicarse.
Un ejecutivo sin inteligencia emocional no obtendrá los resultados deseados o, si los obtiene, no serán sostenibles en el tiempo debido al pésimo clima laboral que generará. Si un gerente no puede sobrellevar momentos de frustración, es muy posible que explote al mínimo cuestionamiento de algún colaborador. Además, no será capaz de motivar o influir en su equipo durante situaciones de cambio.
La gestión emocional no implica eliminar emociones consideradas negativas, como la rabia o la tristeza. Todas son necesarias para adaptarse al entorno, pero en intensidades razonables. El gerente que debe tomar una decisión no puede hacerlo en una intensidad alta de alegría o tristeza, porque se ubicaría en un escenario demasiado optimista o pesimista y no visualizaría con claridad los aspectos necesarios.
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Fuente: El Peruano.