Un proyecto agrícola se considera sostenible si articula de forma efectiva la sensibilidad social, el enfoque territorial, un compromiso ambiental y desarrollo económico. Así, constituirá un aporte genuino y duradero al desarrollo rural del país.
En el ámbito del desarrollo rural, es común asumir que las actividades agrícolas y, por extensión, los proyectos orientados a su promoción son intrínsecamente sostenibles. Esta suposición suele basarse en la premisa de que la rentabilidad económica y financiera es suficiente para justificar su implementación. No obstante, dicha perspectiva resulta limitada, ya que la sostenibilidad de la actividad agrícola no puede reducirse solo a criterios económicos.
Un proyecto agrícola que se considere sostenible de verdad debe satisfacer las necesidades de la sociedad actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras. Ello implica la integración simultánea y equilibrada de tres dimensiones fundamentales: el crecimiento económico, la protección del medioambiente y el bienestar social.
La ausencia o el desequilibrio de alguna de estas dimensiones compromete la sostenibilidad del proyecto. Por ejemplo, no se puede considerar sostenible de forma estricta a un proyecto que genere beneficios económicos, pero provoque degradación ambiental, o uno aceptado por la sociedad y responsable con el medioambiente, pero sin viabilidad financiera.
En consecuencia, la formulación de proyectos agrícolas debe orientarse hacia el cumplimiento integral de estos tres pilares. Así, se garantizará que las intervenciones propuestas generen valor económico, respeten los límites medioambientales y contribuyan al desarrollo social de las comunidades involucradas.
El principal reto en la formulación de proyectos agrícolas sostenibles radica en identificar, de manera conjunta con los productores y demás actores del sistema agroalimentario, aquellas actividades que puedan desarrollarse de forma sostenible en el contexto específico de intervención. Para ello, se propone adoptar un enfoque metodológico y participativo que trascienda la realización de talleres convencionales y se enfoque en la construcción colectiva de soluciones.
Este enfoque implica la incorporación activa de diversos actores vinculados de forma directa o indirecta con la actividad agrícola, como productores (sean o no beneficiarios potenciales del proyecto), acopiadores, intermediarios, compradores, transformadores, consumidores finales, especialistas técnicos, autoridades locales, entidades promotoras, instituciones financieras, organismos estatales y otros actores relevantes. La participación de estos grupos permite recoger una visión integral del sistema agroalimentario, enriquecida por la experiencia, el conocimiento técnico y las expectativas de cada uno.
Para facilitar este proceso, se recomienda el uso de herramientas metodológicas, como encuestas, entrevistas semiestructuradas, talleres participativos, grupos focales y otras técnicas de investigación social. Estas deben complementarse con una revisión exhaustiva del marco normativo vigente. En este proceso, deben incluirse leyes, reglamentos y políticas públicas que promuevan, regulen o restrinjan el desarrollo de actividades agrícolas en el territorio de intervención.
La formulación de proyectos agrícolas sostenibles no solo requiere rigor técnico y análisis económico, sino también sensibilidad social, enfoque territorial y compromiso ambiental. Mediante una articulación efectiva entre estos componentes podrán diseñarse intervenciones que contribuyan al desarrollo rural sostenible de manera genuina y duradera. ¿Has desarrollado proyectos agrícolas sostenibles? Cuéntanos tu experiencia.
Magíster en Solución de Conflictos por la Universidad San Martín de Porres y Máster en Diseño, Gestión y Dirección de Proyectos por la Universidad de León (España). Ingeniero Zootecnista por la Universidad Nacional Agraria La Molina.
Cuenta con amplia experiencia como consultor para organismos internacionales como la FAO, el BID y el Banco Mundial, en proyectos de desarrollo agropecuario sostenible y forestal. Ha colaborado con ESAN e INERCO en la formulación de proyectos en zonas de influencia de empresas extractivas.
Se desempeñó como jefe de las Unidades de Negocios y de Promoción y Formulación de Proyectos del Programa de Compensaciones para la Competitividad – AGROIDEAS, del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) y como Coordinador de Proyectos financiados por los Climate Investment Funds del Ministerio del Ambiente (Minam).
Especialista en el diseño e implementación de proyectos de inversión pública y privada, así como en la formulación de planes de negocios agrarios y forestales. Posee experiencia docente en programas de posgrado de la Universidad ESAN, en la Maestría de Solución de Conflictos de la USMP, y en la UCSUR, dictando cursos relacionados a la formulación y evaluación de proyectos y planes de negocios.