La inclusión de las mujeres rurales en la transformación digital y la innovación tecnológica es clave para un desarrollo más equitativo y sostenible. Su participación genera oportunidades económicas, potencia soluciones sostenibles, cierra las brechas y fortalece la resiliencia de sus comunidades frente a los desafíos locales y globales.
En un mundo donde la innovación tecnológica avanza a pasos agigantados, la inclusión de las mujeres, sobre todo en zonas rurales, es fundamental para construir un futuro más igualitario y sostenible. Las estadísticas nos retan a actuar pronto: la pobreza monetaria afecta al 39.8 % de la población rural (INEI, 2023), con mayor impacto en las mujeres, debido a la invisibilidad del trabajo doméstico y su remuneración, así como a la actual brecha laboral y salarial.
A lo largo de la historia, las mujeres rurales han sido relegadas y afrontado barreras sociales y culturales. El panorama ahora se ha agravado por la pandemia, la crisis social y los efectos del cambio climático. En medio de estas adversidades, sin embargo, ellas han demostrado una notable capacidad de resiliencia y adaptación. Si esta se canaliza de forma oportuna mediante la innovación tecnológica, puede ser la clave para el desarrollo sostenible de sus comunidades.
El Programa Mujeres y Jóvenes a la Vanguardia, implementado por World Vision en colaboración con socios estratégicos, es un claro ejemplo de cómo la tecnología se integra en la vida de las mujeres rurales para generar cambios significativos. A través de la implementación de soluciones fintech y plataformas de e-learning, más de mil mujeres y jóvenes de Quispicanchi, en Cusco, ya acceden a educación financiera y herramientas de ahorro digital, alinean estas acciones con los principios de transformación digital y fortalecen la sostenibilidad económica de sus comunidades.
La participación de las mujeres rurales tiene un impacto económico y social. Su empoderamiento a través de las herramientas antes descritas les brinda acceso a conocimientos, redes y oportunidades que antes les estaban negadas. A través de la digitalización y el acceso a internet, pueden conectar sus productos con nuevos mercados, participar en formaciones y capacitaciones, y tomar decisiones en beneficio de sus negocios. Este acceso también contribuye a cerrar la brecha de género y les permite ocupar espacios de liderazgo y tomar un rol activo en la transformación de sus comunidades.
No obstante, aún hay muchos desafíos pendientes. Las mujeres rurales enfrentan obstáculos estructurales, como el acceso limitado a financiamiento, la infraestructura inadecuada y la falta de capacitación en competencias digitales. Aquí se vuelve fundamental la creación de alianzas estratégicas y redes de colaboración. Solo con el trabajo conjunto, podrá asegurarse que las mujeres rurales no queden rezagadas en el avance tecnológico.
Hace poco más de una década, uno de los principales bancos de microfinanzas en el Perú, con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, demostró que las mujeres que accedían a créditos para sus emprendimientos y se capacitaban en gestión financiera generaban tasas de retorno de inversión más altas y menores tasas de morosidad, en comparación con otros segmentos.
Entre las experiencias más actuales figura el programa Haku Wiñay, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, enfocado en la inclusión de mujeres rurales en actividades productivas y la adopción de tecnologías agrícolas. Los hogares participantes lograron aumentar la productividad de sus cultivos en un 30 %, lo que mejoró de forma significativa los ingresos familiares y contribuyó con la seguridad alimentaria de las comunidades. Ello, sin duda, demuestra que las inversiones en la inclusión de mujeres rurales y emprendedoras no solo son rentables, sino también sostenibles.
En el Perú, la innovación tecnológica ofrece una ventana de oportunidad única para transformar la vida de las mujeres y las jóvenes de zonas rurales. Para que esta oportunidad sea realmente inclusiva, es necesario garantizar que ellas protagonicen este proceso. No se trata solo de ofrecerles herramientas, sino de crear espacios donde puedan liderar, proponer soluciones y transformar sus comunidades desde su propia experiencia y conocimiento.
Es fundamental diseñar políticas y programas que consideren las necesidades y desafíos específicos de las mujeres rurales. Hay que reconocer y abordar las cargas de trabajo no remunerado, como el cuidado familiar o las tareas domésticas, que a menudo limitan la participación de las mujeres en actividades económicas y de innovación. También es necesario fomentar la equidad en el acceso a recursos, formación y oportunidades, y asegurar que las voces de las mujeres sean escuchadas y tenidas en cuenta en los espacios de toma de decisiones.
La tecnología, combinada con una perspectiva inclusiva, tiene el potencial de reducir las desigualdades, cerrar brechas y generar un impacto positivo en las comunidades más vulnerables. La inclusión de las mujeres rurales en la innovación tecnológica es también una apuesta para que cada persona, sin importar su género o lugar de origen, tenga las mismas oportunidades de prosperar. ¿Qué otras acciones propondrías para lograr este objetivo? Déjanos tu opinión.
La tecnología, combinada con una perspectiva inclusiva, tiene el potencial de reducir las desigualdades, cerrar brechas y generar un impacto positivo en las comunidades más vulnerables del Perú.
Sandra Contreras
Tiene estudios universitarios en Enfermería, así como una maestría en Salud Pública y Gestión de Servicios de la Salud, estudios complementarios en Dirección de personas; Desarrollo de Liderazgo Organizacional; Infancia y Políticas Públicas Marketing. En sus más de tres décadas de experiencia profesional, ha liderado organizaciones públicas y privadas, y diversos proyectos de desarrollo social enfocados en la niñez. En World Vision, lideró las áreas de proyectos de la Niñez, Compromiso Cristiano y Gente y Cultura para a oficina de Perú. En Bolivia, fue subdirectora nacional de la organización y en Chile ocupó el cargo de directora Ejecutiva.
Actualmente es directora ejecutiva en World Vision Perú, liderando el proceso de gestión del cambio para la sostenibilidad local, velando por el bienestar de los colaboradores y asegurando procesos eficientes y efectivos de acuerdo con la normativa y políticas institucionales del país.